Ya pasa de los 30 años y aún vive en casa de papá y mamá. De cuando en vez hace algún mandado al supermercado, lava el auto o sirve de chofer de la familia.
Puede ser profesional graduado con honores o se defiende con destreza en algún oficio, pero hace poco esfuerzo por conseguir trabajo, y le echa la culpa a los políticos, o a quien sea, por no tener el trabajo cómodo y bien pagado al que aspira, porque lo del manganzón es vivir del cuento.
Es adicto a los teléfonos inteligentes. No se despega de la PC de la casa y domina la programación del cable y de canales como Netflix, y en marcas de autos es casi un experto; además, es un conocedor ávido de los chismes del jet set nacional e internacional.
Raras veces se levanta antes de las 10:00 de la mañana, y aún sin cepillar y casi dormido camina hacia la nevera y “pica” lo primero que esté a su alcance, ya sea jugo, queso o leche, como forma de hacer base para el desayuno, que casi siempre es cerca de las 11:00 de la mañana, pues le dedica algo de tiempo al baño… Y si se comparte un trago en la casa nunca aporta, pero de todos es el más alegre y el que más honor le hace al dios Baco al levantar el codo.
El hijo mimado
Es el manganzón de la casa. Es el hijo que papá y mamá siempre mimaron y consideraron por encima de los demás. Ya sea porque es el mayor o el menor, o porque es el más vulnerable.
Halaga a su madre diciendo que le gusta su comida. Es cariñoso y dice que no puede vivir lejos de ella porque tiene que estar ahí para cuidarla cuando lo necesite, hasta que llega el momento en que los padres comienzan a notar que ya los 30 se van notando, la cabeza se les va llenando de canas y el abdomen le delata la barriga cervecera.
Y nada de novia. Más bien esa situación comienza a preocupar a los padres, que se preguntan si él es normal en cuanto a la preferencia sexual: lo ven medio raro. A esto se le suma su humor ante meridiano: sus juegos y chistes son propios del adolescente atrapado en el cuerpo del adulto, y a los más chicos llega a molestarle que el manganzón no se ponga en su lugar.
De hecho, las definiciones más comunes dicen que el manganzón es un holgazán de comportamiento infantil, una persona principalmente hombre que luce como adulto, pero su comportamiento y actitudes denotan que aún es un niño.
Y viene la dura tarea de sacarlo de la casa. A la decisión de echarlo se antepone el amor de los padres, y, sobre todo, a la negativa del manganzón de irse de la casa que sabe es suya.
En todas las culturas
El hijo manganzón se encuentra donde quiera. Existe en todas las culturas.
Hace unos años, en Italia, una pareja de ancianos acudió a la justicia para sacar a su hijo de la casa, ya que el manganzón tenía para ese entonces 41 años y se negaba a levantar vuelo solo, a pesar de que tenía un buen trabajo. Los padres se quejaban de que el hombre esperaba que le lavaran la ropa y le cocinaran, con el consabido resabio si encontraba que había alguna falla.
El padre alegaba que la negativa de su hijo de abandonar la casa tenía a su esposa sufriendo de estrés, por lo que tuvo que ser hospitalizada. “No podemos hacerlo más”, dijo. La figura del manganzón en la cultura anglosajona fue descrita en el 2006 en la comedia “Failure to launch”, o “Soltero en casa”, en español, protagonizada por Matthew McConaughey y Sarah Jessica Parker. El protagonista es un soltero que a sus 35 años vive con sus padres, quienes hartos de la situación contratan los servicios de una joven mujer para que, haciéndole creer que es una chica a la que él ha conquistado, le convenza de independizarse y abandonar la casa paterna.
También manganzonas
Así como el protagonista de “soltero en casa”, también hay chicas manganzonas, o solteronas, que hacen todo lo posible por no alejarse de la casa; pero con la ventaja de que son más útiles que los manganzones; tanto, que en ocasiones son como la publicidad aquella… , la que lava, friega y limpia.
Las manganzonas siempre andan con la madre, que para salir de ellas le enamoran el posible novio, salen con ellos, les amueblan la casa y los mudan, y a pesar de esto también tienen que estar atentas a lo mínimo de la recién casada, incluyendo las técnicas para hacer la cosa más placentera.
Y de cuando en vez, a la manganzona le gusta ir a la casa a dormir entre papá y mamá, porque le hace falta que la mimen de otra forma.
Muy buena gente
Sin embargo el manganzón es un tipo buena gente. Difícilmente le ocasiona a sus padres un dolor de cabeza más allá de su negativa a dejar el nido e independizarse, aprender a ser un hombre.
Generalmente el manganzón se preocupa por formarse en lo profesional, es una persona inteligente y a veces dedicado a los estudios, algo en su interior le impide abandonar la etapa del estudiante, del niño mimado, y más cuando en casa tiene todo cubierto. Pero, a la vez, el manganzón desarrolla una alta sensibilidad, y cualquier observación que se le haga lo toma como una recriminación, y prefiere volver a la comodidad de la casa que enfrentarse a los retos cotidianos del trabajo.
Máster en manipulación
El manganzón tiene un máster en manipulación. Sabe perfectamente su condición de hijo mimado y que, ante todo, su madre da la vida por él y que su padre no lo echará a la calle por nada del mundo.
Sabe cómo jugar con sus sentimientos, ya sea haciéndose el más inútil de la cuenta o el más gracioso de la familia logra que papá y mamá lo defiendan a rajatabla delante de los demás, aunque ya en la soledad de la casa le pongan los puntos sobre las íes.
Al final, los padres piensan que nada malo hacen el muchacho o la muchacha manganzones, si siempre están ahí en la casa, haciéndole compañía y riéndose de sus jocosidades.