Luis Abinader, Leonel Fernández, Abel Martínez Durán y Miguel Vargas Maldonado son los nombres más “sonoros” en el actual proceso electoral de República Dominicana.

Son los principales aspirantes a ganar la Jefatura del Estado en las elecciones presidenciales pautadas para celebrarse el 19 de mayo del próximo año.

Abinader, tras largos meses “pensándolo bien”, aunque en medio de la campaña electoral del 2020 repitió que solo necesitaba (¿?) cuatro años para gobernar el país, finalmente decidió ir por la reelección.

De nuevo volverá Abinader, con un extenso “folder” debajo del brazo diseñado con una programación que, afirma, pondría en ejecución en un próximo cuatrienio, será el candidato por el oficialista Partido Revolucionario Moderno (PRM).

Leonel Fernández, quien ha sido tres veces presidente de la República, vuelve por su fuero. Como líder máximo de un partido nuevo, como es la Fuerza del Pueblo (FP), es el nominado presidencial.

Martínez Durán, joven dirigente y a quien politólogos califican como “un candidato novato sorpresa”, después de derrotar a Margarita Cedeño, la favorita en las primarias peledeístas, es la nominación del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

El cuarto aspirante lo es el veterano dirigente político Miguel Vargas Maldonado quien es el candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

En el agitado proceso electoral dominicano, la prensa, que sigue siendo un gran poder en la sociedad, no debe perder su norte. ¿Y cuál es ese norte? El de informar, con todas las de la ley, la noticia veraz, sin nunca distorsionar la verdad que está fundamentada en la objetividad.

Sí, la objetividad que es la función principal del ejercicio del periodismo profesional más puro y pulcro. El periodista que no aplica los principios y todas las normativas profesionales, está fracasado.

En efecto, el rol que debe jugar el periodista en todo el complejo -y podemos decir que hasta convulsionado- proceso electoral dominicano, es indispensable.

Si se registran fallos de periodistas en su labor profesional, entonces están obligados, si reconocen sus pifias, a la autocrítica y a esgrimir “un mea culpa”.

El no realizar el adecuado trabajo acorde con la normativa periodística que es la que lleva credibilidad al público, resulta altamente perjudicial para la democracia dominicana que en ocasiones se torna frágil.

Ante actitudes periodísticas indebidas, que se observan en circunstancias políticas nacionales, pero con más asiduidad en los procesos electorales, tengo esta reacción: ¡Ah oro corruptor que hace cosas!

Lo preciso sin tapujos: El dinero invade a muchos periodistas que no tienen ética y que nunca dicen no a “propuestas indecentes” provenientes de dirigentes políticos malvados y perversos.
Continuará.

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