Desde que se inventó la palabra mundo para definir la casa que habitamos, la casa de todos, el ser humano vive, evoluciona y construye su propio devenir basado en referencias, aunque sea para negar todo lo anterior e imponer su propio punto de vista. Así, generación tras generación.

La cultura clásica grecorromana -desde el año 1200 antes de Cristo- fue seguida por el arte románico (siglos XI y XII), luego superada por el Gótico (del siglo XII hasta mediados del siglo XV), negados por el Humanismo (siglo XVI) y el Renacimiento (XV y XVI) que fue hasta entonces el momento más importante de desarrollo de las artes. Luego llegó la época del Manierismo (a fines del XVI), negado por el Barroco (XVII y parte del XVIII), y el Rococó francés (a principios y mediadios del XVIII), que fueron negados a su vez por el Neoclásico (del XVII al XIX). La negación de lo anterior llegó con el período de la Ilustración (mediados del XVIII e inicios del XIX), de la cual se renegó con el Romanticismo (a fines del XVIII), negado a su vez por el Realismo (1830–1905) que trajo consigo las vanguardias y cuanto ismo pueda uno imaginar (fauvismo, cubismo, suprematismo, dadaísmo, constructivismo, surrealismo, expresionismo, minismalismo, pop art y demás), negados a su vez por el posmodernismo (aproximadamente desde 1965), finalmente superado por el postposmodernismo (desde 1990), hasta una fecha que se desdibuja en la actualidad, cuando una nueva fuerza cultural promete arrasar con todo lo anterior y que carece de nombre aún.

Movimiento artístico tras movimiento artístico, quienes se han propuesto superar el anterior han tenido referencias.

Lo que sucede hoy podría suponer un salto no hacia adelante, sino hacia atrás. Muchos jóvenes actuantes en la comunicación dominicana carecen de referencias, ignoran nombres, estatus, niveles de importancia de personas cuyos nombres desconocen y que serían las referencias que deberían negar para dar un salto adelante.

Aquí la dialéctica se rompe, sobre todo en su Ley de la Negación de la Negación, que desde el materialismo ha sido el impulsor a los saltos cualitativos. ¿Saltar hacia dónde? ¿Hacia la Nada? Sí, así pudiera llamarse este momento vacío, sin escrúpulos ni referencias: el Nadismo.

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