Rubén Silié Valdez considera que uno de los momentos más grandes de su vida fue el haber sido orientador en la escuela que fundó su padre

Rubén Silié Valdez nació en San Cristóbal, pero pasó su niñez en la calle 30 de Marzo, donde vino a vivir junto a su familia cuando tenía 3 años. Ahí, su progenitor tenía una escuela de enseñanza comercial que se llamaba Academia Renacimiento.

“Nosotros nos criamos en un ambiente muy culturizado, ya que mi padre era profesor y siempre se preocupaba porque sus hijos tuviéramos la mejor educación”, recuerda Silié Valdez, y agregó que su padre siempre los estimulaba para el estudio y la lectura, “eso marcó mucho mi vida y la de mis hermanos”.

En entrevista con elCaribe, Silié Valdez contó los 10 momentos más significativos de su vida, compartidos casi todos al dado de su padre y su hermano mayor, Fernando.

  1. Nacimiento
    Nací en San Cristóbal, pero mi mamá Eridania Estela Valdez Velásquez y mi papá Fernando Arturo Silié Gatón vinieron a vivir a la capital cuando tenía 3 años. Pasé mi niñez en la calle 30 de Marzo, en la casa número 136, un chalet muy bonito, con gran patio. Después, papá alquiló una casa al lado, la número 134, ahí mis hermanos Fernando, Enrique, José Alberto y yo dormíamos con una trabajadora, y ellos en el segundo piso de la casa donde tenía la escuela. A Fernando y a mí nos gustaba salir descalzos a juntarnos con los muchachos de la Gaspar Hernández, eso era un pecado mortal, recuerdo unas pelas que nos dieron por andar así. También nos íbamos en patines hasta la Avenida México, nos bañábamos mucho en los aguaceros, nos deslizábamos por los contenes de la 30 de Marzo y hacíamos barquitos de papel para ponerlos a competir. Pasábamos las vacaciones en San Cristóbal, lo que más nos gustaba era que Pablito, a quien mi abuela Genoveva Velásquez adoptó, nos llevaba al río, nosotros lo idolatrábamos. Papá, al igual que mamá era profesor, a pesar de que ella lo apoyaba en la escuela y tenía dos mujeres que la ayudaban en la casa, era muy dedicada a sus hijos. Nunca hubo un Día de Reyes que nos pusieran solo juguetes, siempre había libros, pero teníamos que leerlos, nos daban exámenes de ellos. Crecimos en un ambiente muy culturizado, papá nos llevaba a las librerías de El Conde y La Noel, nos estimulaba para el estudio y la lectura, eso marcó mucho mi vida y la de mis hermanos”.
  2. Monaguillo
    Primero entré al Colegio María Auxiliadora, pero luego pasé al San Juan Bosco, ahí Fernando y yo fuimos monaguillos. El padre Vicente, un polaco grandísimo y fuerte era muy peleón, al extremo de que cuando alguien se confesaba, dependiendo los pecados hacía un escándalo que todo mundo se daba cuenta. Recuerdo que formé a mis dos hermanos menores para hacer la Primera Comunión, enseñaba catecismo, con Emmanuel Esquea, iba con un cajón a Los Mina a darles películas de catecismo a los niños. Cuando tenía 14 años, el padre Marcial Silva fue a Don Bosco y me escogió junto a 4 niños más para hacer el programa de televisión El Minuto de Cristo, en Radio Televisión Dominicana junto al padre Tom Lluberes, José Pimentel, Fabio Martich y Ruddy. Tenía 13 años”.
  3. Vocación de servicio
    En la escuela, mi padre no solo enseñaba clases de taquigrafía y contabilidad, también hacia noches líricas en la azotea para que los muchachos de San Carlos, de Villa Juana, entre otros barrios tuvieran oportunidad de estudiar. Entre ellos estaba José Francisco Peña Gómez, él nunca pagó inscripción en la universidad porque Ramfis Trujillo a los estudiantes sobresalientes los exoneraba, él llegó como un gran estudiante de Derecho, muy inteligente. Aparte de mi padre, esos jóvenes se convirtieron en guías nuestros”.
  4. Momento duro
    Cuando asesinaron a Trujillo, a mi papá lo nombraron juez de instrucción del Distrito, tenía su asiento en el Palacio de la Policía, le tocaba interrogar a todos los presos, entre ellos los que ajusticiaron a Trujillo. Cuando los sacaron de La Victoria para llevarlos al Palacio se supo que luego del interrogatorio, iban a desviar las “Perreras” como les decían a las guaguas de la Policía para matarlos en algún lugar. Aquí había una comisión de la OEA, papá los mandó a llamar y les dijo que como juez de instrucción prohibía que movieran los presos del Palacio porque había una amenaza de muerte. Al día siguiente llegaron los paleros, llegaron a mi casa, mi papá nos había enviado a mí y a mis hermanos pequeños donde un vecino, él los enfrentó y obviamente acabaron con él. Papá tenía un mapa en la cabeza de los golpes que le dieron, a mi mamá también le dieron y a mi hermano Fernando. Después que acabaron con todo en la casa, se lo llevaron al Marión, teníamos temor de que le inyectaran trementina como hacían con mucha gente que mataban. Una tía tenía una amiga enfermera en el hospital no se despegó de papá, no sabemos si lo iban a matar, pero la presencia de ella permitió que eso no pasara. Ese hecho nos dio mucha fuerza para ser más radicales en la política y a partir de ahí hicimos política, siempre en el marco del PRD”.
  5. Invasión norteamericana
    Cuando estalló la Revolución, papá se convirtió en el ministro de Educación de Francisco Alberto Caamaño Deñó, entonces nos dijo a mí y a Fernando que se iba, pero que nosotros teníamos que quedarnos a cuidar a mi mamá. Habían unos pasadizos secretos que los americanos no sabían, por ahí le llevábamos ropa hasta que se instaló en una casa. En ese ir y venir los americanos detuvieron a Fernando, ese día él no usó el pasadizo secreto, lo llevaron a una fortaleza en Villa Duarte. Los americanos se comunicaron con papá y le advirtieron que se entregara si quería volver a ver a su hijo, pero les contestó que le dieran 24 horas para organizar su vida. En eso, llamó al nuncio apostólico monseñor Clarizio, quien fue a la fortaleza y se lo tuvieron que entregar”.
  6. Momento Clave
    El 24 de abril, papá nos dijo a Fernando y a mí que colocáramos el carro en la puerta de Radio Comercial, que dejáramos el programa Tribuna Democrática encendido y que cuando Peña Gómez hiciera el llamado a la revolución abriéramos la puerta. Cuando hizo el llamado, se tiró por la escalera de la radio y se acostó en el sillón de atrás del carro y arrancamos con él a la casa de don Isidro Santana que quedaba por la Unphu. El 25, otra vez nos montó en el carro junto a un amigo que había sido militar y cogimos para la fortaleza que quedaba en el 28. Papá era muy intrépido, no sé cómo persuadió al guardia y nos abrió la puerta, le dijo que íbamos a donde el general Holguín que le iba a conseguir armas. Un militar nos entregó una cajita M16, cuando él preguntó por las municiones, un sargento rastrilló su ametralladora, pero papá se le puso enfrente, le habló y nos dejó salir con las armas que eran para dárselas al PRD”.
  7. Fin de la guerra
    Cuando se terminó la guerra volví a la universidad, papá y yo nos distanciamos políticamente porque salí del PRD e ingresé al Partido Comunista Dominicano. Cuando cumplí el primer año de Sociología, a papá se le ocurrió impartir una tanda nocturna, me convertí en profesor de Historia y de Moral y Cívica. Nosotros nunca supimos cuál era el balance de la academia, nunca supimos si había o no beneficio. Mi mamá se convirtió en ladrona, ella cogía parte del dinero porque siempre soñó con tener una casa, entonces juntó unos pesos la compró y aún vive en ella a sus 101 años”.
  8. Amarga experiencia
    Siendo el director de la escuela y del Partido Comunista, en esa época había muchos problemas y confusiones con armas, nunca tuve una. Una vez me acusaron de que sabía dónde estaban unas supuestas armas y me llevaron preso al salir de la academia. Ahí estuve como una semana, todos los días me sacaban de una solitaria a darme golpes, pero al final me soltaron, gracias a una tía que estaba casada con un oficial de la Policía. Recuerdo que terminé la carrera de Sociología y quería estudiar francés, entonces Hugo Tolentino Dip me recomendó ir a la Alianza Francesa y me ayudó a conseguir que me dieran una beca para Francia”.
  9. Estudios en Francia
    Para ir a Francia tenía que sacar la visa americana para irme por Estados Unidos, porque para entonces no había vuelos directos. Deposité el pasaporte y cuando iba a retirarlo mi papá me acompañó al consulado americano en la César Nicolás Penson. Recuerdo que el cónsul empezó a interrogarme, le expliqué que iba para Francia con una beca, pero tenía que tener la visa americana, me preguntó si hacía vida política, entonces papá le dijo que no tenía derecho a interrogarme, que si me iba a dar o no la visa. El tipo tenía el pasaporte en la casilla, miré a mi papá y como que nos transmitimos en pensamiento, le quité el pasaporte al gringo y le dije que ya no quería ninguna visa, papá le dijo que no aceptaba tanto interrogatorio y nos fuimos. Cuando llegamos a la casa nos dimos cuenta que me dieron la visa, que solo faltaba la firma, pero ya no me iba a devolver. Conseguí un pasaje por Venezuela, cuando fuimos al aeropuerto, tío Humberto que sabía mucho de la gente de migración nos acompañó. Recuerdo que un conocido de mi tío le dijo que no me iban a dejar salir, que me sacara rápido del aeropuerto, entonces no sé con quién habló y me dejaron salir del país. Cuando llegué a Caracas con esa visa incompleta me armaron un interrogatorio y les conté lo que había pasado, me retuvieron un tiempo y tuve que dormir en Caracas para tomar el avión al otro día. Todos los viajes que di en Europa en 5 años que duré siempre me interrogaban, pero nunca me detuvieron”.
  10. Llegada a RD
    Cuando estaba en Francia mataron al Moreno, recuerdo que hicieron una recogida en toda Europa y a mí me fueron a buscar al apartamento donde vivía. Se llevaron a mi compañero de habitación y a nuestras respectivas compañeras. Cuando nos llevaron a la policía, les explicamos todo tranquilamente, y a ellos 3 los despacharon como a la hora y a mí me dejaron. Fue un momento muy amargo, no sabía en qué pie estaba parado, me preguntaban cosas que no sabía, pero se dieron cuenta de que estaba en función de becado, no en funciones políticas y me soltaron en la noche porque se dieron cuenta de que no tenía nada que ver con eso. Cuando terminé volví al país, mi papá y mi tío me esperaron en el aeropuerto por si pasaba algo, llegué en compañía de mi primer hijo que nació en Francia, mi entonces esposa venía más adelante. Ya en el país me inicié en la vida universitaria, primero enseñé Sociología en la UNPHU y luego ingresé a la UASD”.

Esposa e hijos

“Cuando entré a la Universidad Autónoma de Santo Domingo como profesor de Sociología en el 77 mi esposa y yo nos separamos, pero mi hijo y su madre se quedaron en el país.

Ella y yo siempre hemos guardado buena relación. Mi actual esposa, María Filomena González, ha sido una compañera muy importante para mí, la conocí cuando cuando inscribí a mi hijo en el Centro Educativo Máximo Gómez, que quedaba frente al Teatro Nacional, para entonces ella estaba embarazada de su primera hija. Después cambiamos al niño de colegio, María Filomena se fue a estudiar a México y cuando volvió ya me había separado de mi primera esposa y me encontré con ella de nuevo en la UASD.

Empezamos a hablar de historia, de ahí nos acercamos mucho, descubrimos muchas afinidades y nos hicimos amiguitos, nos casamos y nunca más nos hemos separado.

María Filomena González es muy importante para mí, es historiadora, investigadora con una gran vocación. Compartíamos mucho con los dos niños y lo pudimos sobrellevar, después nació el nuestro, entonces la familia ya era el mío, la suya y el nuestro, que vino a ser unión entre los dos grandes”.

Colaboración
“Mi papá era un hombre muy trabajador, pero sobre todo se preocupaba para que los jóvenes de San Carlos, Villa Juana, entre otros barrios, tuvieran también oportunidad con los estudios”.

Recuerdo
Nosotros pasábamos las vacaciones en San Cristóbal. Lo que más nos gustaba era que Pablito, un joven que mi abuela adoptó, nos llevaba al río San Cristóbal”.

Cultura
Mi padre nos llevaba a comprar libros y revistas en las librerías del Conde y La Noel, siempre nos estimulaba para el estudio y la lectura”.

Relación
Mi esposa María Filomena ha sido una compañera muy importante para mí, la conocí cuando inscribí a mi hijo en una escuela que ella tenía”.

Recuerdos
“Pasé mi niñez en la calle 30 de Marzo, en la casa número 136, un chalet muy bonito, grande, con gran patio, ahí papá tenía una escuela de enseñanza comercial que se llamaba Academia Renacimiento”.

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