Son muchos los que a lo largo de sus vidas han escuchado que nada, ni nadie, puede hacerles feliz, que solo uno mismo puede proporcionarse ese estado de felicidad que, aunque no de manera permanente, cuando llega nos aferramos a ella y queremos que permanezca el mayor tiempo posible.Para otros, la felicidad es un estilo de vida, una actitud frente a la vida y sus complicaciones, una forma optimista de ver el mundo.
Es admitir que, aunque ciertamente, a lo largo de la existencia, nos lastimarán muchas cosas, nos preocuparán otras, que las situaciones difíciles nunca faltarán en el camino, esto no debe ser motivo para dejarnos arrastrar y menos para dejar de ver las muchas otras cosas que tenemos y que dejamos pasar por dar mayor importancia a aquellas que nos lastiman o que queremos y no tenemos.
Las cosas más simples, aquellas que creemos merecer por el solo hecho de estar vivos, son en realidad grandes tesoros y bendiciones, pero que nunca nos detenemos a pensar cuán afortunados somos de poseerlas.
La salud, la sonrisa de nuestros hijos, el amor de nuestros familiares y amigos, son posesiones invaluables, que con frecuencia ignoramos. Es verdad que cada día, algo o alguien hiere profundamente nuestros sentimientos y a veces hasta nuestra dignidad.
Es cierto que en cualquier momento una que otra injusticia nos lastima, más cuando llega de manera inesperada y de aquella persona de la que solo esperamos lo mejor. Esas cosas nos duelen y mientras nos dura el dolor nos cuesta sonreír, pero esto pasa porque permitimos que ese mal rato y esa decepción ocupe el centro de nuestras vidas, tome el control de nuestras emociones y es el momento perfecto para que la tristeza entre y destierre la alegría.
Las adversidades llegan solas, llegan siempre, las decepciones nos acechan constantemente, las heridas causadas por quien más queremos siempre formarán parte de nuestras vidas, no lo podemos evitar; lo que sí podemos es reducir sus efectos, asumir una actitud positiva, ser fuertes, confiar en nosotros, darle su valor y su lugar a cada cosa. Aprender que cada etapa de nuestra existencia tiene sus prioridades, sus mejores amigos y sus más grandes amores.