La tecnología ha cambiado considerablemente no solo en los esquemas de comunicación, sino también de los diferentes servicios, incluyendo, por supuesto, las compras y las ventas. En nuestro país, las compras en el extranjero mediante el Internet han creado una competencia desleal con los empresarios de las plazas comerciales, ya que los proveedores de este nuevo servicio tienen una ventaja en cuanto a los costos se refiere, con el agravante de que a la vez contribuyen a la eliminación de miles de empleos.
En los Estados Unidos, preocupados por el impacto en los empleos y por tanto en la economía, han propuesto un impuesto a las ventas en línea. El año pasado se contempló hacer aquí algo similar, pero el Gobierno cedió a las presiones de algunos sectores para no llevar a cabo lo propuesto.
Pienso que no estamos pensando en las consecuencias negativas que ya se empiezan a sentir en las múltiples plazas comerciales que se han establecido en ciudades y pueblos del país, en las que se han realizado inversiones millonarias. Para tener idea de las posibilidades de empleo que ofrecen las plazas, basta recordar la ocasión en que una de estas plazas publicó un anuncio solicitando personas interesadas en trabajar en distintas posiciones y fueron tantos los solicitantes que se formaron colas que ocuparon varias cuadras.
El problema radica en que los altos costos de los aranceles y el ITBIS inciden onerosamente en los precios de las mercancías, por lo que a los comerciantes locales se les hace imposible competir con el precio de las mercancías compradas en el exterior vía el Internet, las cuales ingresan exentas de impuestos si el costo de las mismas no excede los doscientos dólares.
En una ocasión, una señora reclamó en una tienda, de muy mala manera por cierto, el precio de un par de zapatos que mediante el Internet costaba sesenta dólares y en la tienda se ofrecía en tres mil quinientos pesos.
Si calculamos los sesenta dólares a una tasa de RD$41.10 por cada dólar y a esto agregamos el 20% de arancel y el 18% del ITBIS, el costo de este par de zapatos sería de RD$3,403.08. La diferencia con el precio de venta no llega a los 100 pesos. Las tiendas, sin embargo, pagan altos precios de alquiler y de mantenimiento, pagan sueldos, pensiones y seguridad social y por supuesto impuesto sobre beneficios o el 1% de sus activos.
En una sola de las grandes plazas de la ciudad de Santo Domingo, la cantidad de empleos directos entre el personal de tienda, seguridad, limpieza, áreas de alimentos y de entretenimiento puede ser fácilmente más de dos mil. Si tomamos en cuenta que por cada empleo directo se generan cuatro indirectos, tendríamos que con el cierre de una sola plaza comercial se afectarían más de ocho mil familias.
Hemos visto también el caso de personas que van a un negocio, se miden ropa o el calzado toman una foto a la referencia o modelo de lo que desean comprar y luego hacen el pedido por el internet.
Debemos buscar una solución equilibrada para evitar que las plazas comerciales languidezcan y se pierdan los millones invertidos en su construcción y en las adecuaciones hechas a los locales para brindar comodidad, calidad y buenos servicios a los clientes.
Pero, sobretodo, no olvidemos a los muchos que carecen de facilidades para acceder al Internet y sus servicios. Muchos de ellos son potenciales empleados de las plazas, donde encuentran un medio de vida y oportunidades de crecimiento. Muchos de ellos son jóvenes que costean sus estudios y aprovechan los horarios flexibles de las tiendas.
Mirémonos en el espejo de una nación de alto consumo como los Estados Unidos, donde la vida de las ciudades se desarrolla en los “mall”. Sus autoridades empiezan a considerar el impacto negativo de la competencia que presentan las ventas por Internet desde almacenes con una reducida necesidad de empleados.
Pero, sobretodo, no olvidemos a los muchos que carecen de facilidades para acceder al Internet y sus servicios. Muchos de ellos son potenciales empleados de las plazas, donde encuentran un medio de vida y oportunidades de crecimiento. Muchos de ellos son jóvenes que costean sus estudios y aprovechan los horarios flexibles de las tiendas.