La semana pasada el Banco Central aumentó la tasa de interés en 200 puntos básicos, era una medida que se venía venir. Precisamente, tres empresarios discutíamos sobre el hecho de que no había otra solución que el aumento de la tasa de interés.
Uno de nosotros aseguraba que las tasas no variarían, otros dos estábamos seguros que la única forma de parar la escalada alcista del dólar era aumentando la tasa de interés. Solo basta conocer el proceder de nuestro gobernador del Banco Central, Héctor Valdez, para quien la tasa de cambio tiene una importancia capital, para tener la certeza de lo que iba a ocurrir.
¿Hizo el Banco Central lo correcto? Por doloroso que sea no le quedaba otro camino y es un tema que por años el gobernador y yo hemos discutido, muchas veces con posiciones encontradas desde la época que ocupé la presidencia de la Asociación de Industrias de la República Dominicana.
Lo que en estos momentos debemos preguntarnos es si era preferible una tasa baja que siempre será necesaria para el desarrollo de los negocios, o un aumento en la tasa de cambio que traería como consecuencia un aumento de los combustibles, del pago de la deuda, incremento en pesos del déficit eléctrico, el cual se paga en dólares, de los precios internos y un deterioro de los salarios y de la calidad de vida de todos los dominicanos.
La relativa estabilidad cambiaria en nuestro país está basada en capitales que buscan mayores tasas de interés y una devaluación del peso simplemente hace que estos capitales busquen otras economías con mayor estabilidad cambiaria. Por eso era necesaria la medida del Banco Central.
Ahora la pregunta que debemos hacernos, ¿viviremos eternamente entrampados entre tasas de interés en pesos altas para mantener la estabilidad cambiaria? La respuesta indudablemente tiene que ser no. Pero cuál es la consecuencia de todo esto. Hemos, por años ,abandonado los sectores básicos de nuestra economía, le hemos dado mucho más importancia a las importaciones que a la fabricación local y las trabas para las exportaciones han evitado que generemos más divisas.
Hicimos tratados de libre comercio sin tomar en cuenta las debilidades estructurales de la economía, como educación, tecnología, energía, combustibles y todo esto ha resultado que las importaciones nuestras han crecido mientras la producción local decrece cada año, hasta el punto que un empresario me decía que por primera vez no sabe en qué invertir en el sector industrial porque ya ha perdido la confianza en el mismo y los márgenes de rentabilidad son tan bajos que no permiten mejorar ni ampliar las estructuras de la industria.
Nuestra economía se ha convertido en una de las economías más abiertas y nuestro déficit comercial con los países con los cuales hemos firmado tratados de libre comercio es mucho más que negativo. Basta con citar el caso de los Estados Unidos y Centroamérica. Pero peor aun con países que aun no tenemos tratados de libre comercio, sus productos entran en el país con tasas arancelarias más bajas que las que ellos cobran por los bienes manufacturados localmente. De seminarios para tratar estos temas deben haber bibliotecas llenas de estudios para mejorar la competitividad industrial, estoy seguro que muchos de esos estudios han ido a parar al zafacón.
Sin duda ha llegado el momento de una verdadera reforma fiscal, disminución de los impuestos para reactivar la economía, para devolver el poder de compra a la clase media, políticas que permitan a los sectores productivos ser los verdaderos generadores de empleos. Esta disminución de impuestos permitirá la formalización de muchos sectores y esto a su vez mantendrá la presión fiscal, que muy a pesar de lo mucho que se habla de que es baja se olvida que la clase media no solo es la que carga con la mayoría de los impuestos, sino que además debe proveerse de los servicios que el Estado cobra y no provee. Para ejemplo, me contaba un almacenista que nunca había recibido agua, que le cobraban una factura inmensa que nunca recibió y que para llenar la copa ni siquiera el nombre de su empresa estaba bien escrito.
Estamos atravesando por un periodo de estancamiento con cierta inflación, podemos salir si tomamos las medidas adecuadas, está pendiente la verdadera reforma fiscal que no penalice al que quiere generar empleos y que se le dé oxígeno a la clase media para que sea el verdadero motor de la economía.
Mirémonos en el ejemplo de Colombia y Brasil donde los productores se han ido a la calle porque no soportan la competencia de otros países con condiciones mejores que las de ellos. Si esto sucede en dos grandes naciones como esas, ¿qué nos queda a nosotros?