A veces, con mis amigas y ahora también con mis hijas, me gusta inventar diferentes juegos. Por ejemplo, con las niñas, para hacer que saquen de su closet y su habitación la ropa, zapatos y juguetes que ya no usan o que ya les quedan pequeños, juego a que decidan cuáles son sus favoritos, y los que no lo son tanto los coloquen en una caja que más tarde envío a algún lugar donde su contenido sea más necesario. Así aprenden a compartir, sobre todo los juguetes, que son los más preciados valores de los niños, y que mientras funcionan, aunque tengan muchos, les cuesta desprenderse de ellos. A otras personas me gusta preguntarles cuáles cosas consideran imprescindibles en su vida, qué cosas no cambiarían o qué o cuáles no dejarían si por algún motivo tuvieran que salir de emergencia de sus casas. Al final, nos reímos de las respuestas. Pero cuando estamos más reflexivos y buscamos temas más serios para debatir, las respuestas de unos y otros nos dejan buenas lecciones. Eso fue lo que ocurrió el pasado fin de semana cuando sentada con dos amigas, salió el tema. La pregunta se refería al sentimiento o acción que erradicaríamos para siempre del corazón de las personas. En realidad serían muchos, pero cada una solo podía mencionar uno. Una de ellas, dijo que el odio, porque ese sentimiento, tan fuerte y apasionado como el amor, es el causante de los grandes males mundiales. Estuve de acuerdo y pensé: “yo habría pensado en eso”. Bueno, no podemos repetir. La segunda de mis amigas dijo que la envidia, porque era la mayor muestra de mediocridad y si ya no había envidia, la mediocridad también desaparecería. Estuve de acuerdo con ella. El mediocre nunca reconoce que admira a alguien, la mejor forma que tiene de demostrarlo es envidiándolo. Llegó mi turno. No sabía, son tantos los malos sentimientos que se anidan en el corazón de las personas… pero pensé en los efectos que cada uno deja en el ser humano. Pensé que muchas veces un sentimiento negativo nos roba la alegría y con ella la belleza, la paz, y apaga la luz que la bondad, la dulzura y la ternura encienden en nuestro interior, que exteriorizamos cuando sonreímos, nos llenamos de odio y rencor. Sin dudas, este sentimiento, es el deseo de venganza. Un deseo que despierta la más oscura maldad que puede albergar el corazón de un ser humano.
Yo elegí la venganza
A veces, con mis amigas y ahora también con mis hijas, me gusta inventar diferentes juegos. Por ejemplo, con las niñas, para hacer que saquen de su closet y su habitación la ropa, zapatos y juguetes que ya no usan o que ya les quedan pequeños,…