En los últimos días del año pasado, recibí a través de las redes sociales un video, en el cual aparecía una niña, como de unos siete u ocho años, que comparaba nuestras vidas con un tren. En su relato, la pequeña dice que al igual que un tren, con sus rieles y estaciones, nuestras vidas se desarrollan desde un punto de partida, pasando por diferentes lugares, momentos, situaciones, accidentes, encuentros, desencuentros. Unas veces solos, otras rodeados de muchas personas, unos días detenidos por alguna razón ajena o propia hasta el día que partimos para siempre. A raíz de ese mensaje, que me encantó, pensé que ciertamente, la vida es más o menos eso, y recordé que alguien una vez la comparó con un elevador. Lo que sí parece tener sentido es que es un viaje que iniciamos el día que nacemos. Cada día conocemos personas que llegan, a veces por un tiempo y pocas veces para siempre. Con cada experiencia positiva o negativa, con cada actitud buena o mala, aprendemos algo nuevo, por más que tratemos de ser siempre los mismos, muchos factores influyen para irnos cambiando.
Los desengaños nos duelen pero nos enseñan a ser más cautos, lo importante es evitar que esa cautela se transforme en desconfianza extrema. Es difícil cuando confiamos y nos traicionan, pero pierde más quien traiciona. Saber que nada, ningún sentimiento, defecto o debilidad humana nos es ajeno, es el comienzo para no dejarnos sorprender cuando la respuesta que nos dan no es la esperada. Como humanos expresamos lo que sentimos y pensamos de la mejor forma que podemos, pero si queremos que este viaje por la vida sea lo más parecido a la felicidad, debemos tratar de estar en paz con quienes nos rodean, aceptar y dejar pasar muchas cosas, sobre todo, aquellas que no están en nuestras manos poder cambiar. No todo lo que queremos lo podremos tener.
La vida no es perfecta, pero si no la complicáramos tanto, seguro sería mejor.
Muchas situaciones tristes, difíciles, complicadas, llegan solas y no podemos evitarlas, pero muchas otras preocupaciones son el producto de nuestros miedos e inseguridades. Por eso, cada cual debe tratar de que su viaje en el tren de la vida sea agradable para sí y para quienes le acompañen, para dejar un bonito recuerdo, entre aquellos que deben seguir el viaje, el día que lleguemos a la última estación.