Cuando leí la semana pasada el estado financiero del Seguro Social realmente quedé espantado. Antes que nada, no pretendo buscar culpables, porque si los hay, todos lo somos: empresarios, sindicalistas y gobierno, porque esta es una institución que se maneja de forma tripartita.
En mi época del Conep recuerdo que ya el Seguro Social representaba un problema por sus dietas excesivas, gastos de combustibles, pago en honorarios sin sentido, en fin, como se manejan muchas veces los recursos de los contribuyentes. Se nos acusaba a los empresarios de que queríamos hacer desaparecer el Seguro Social, cuando en realidad la idea era que con su infraestructura se convirtiera en la mayor proveedora de salud.
Cuando se promulgó la Ley de Seguridad Social y se comentaba que debía desaparecer el Seguro Social, muchas fueron las críticas y opiniones. Muchos decían que debía transformarse en una Administradora de Riesgos de Salud. Sin duda se convirtió en una administradora de riesgos, pero financieros.
Analizando dicho estado financiero, actualmente el patrimonio del Seguro Social, es decir, su capital, es negativo en 505 millones 105 mil 107 pesos y las pérdidas representan más del doble del capital de la administradora de riesgos. De acuerdo a nuestro Código de Comercio, cuando una empresa pierde más del 75% de su capital está técnicamente quebrada. En este caso se ha perdido más del 100% del capital, por lo tanto, esta institución existe porque el Gobierno aporta para cubrir sus déficits.
Si analizamos los gastos administrativos, hay partidas que definitivamente nos llaman la atención. La suma asignada al pago de pensiones insignificantes a personas de escasos recursos que han trabajado toda su vida, alcanza la cifra de 10 millones de pesos. Sin embargo, en publicidad se invierte una cantidad cinco veces mayor a la mencionada antes, nada más y nada menos que 53 millones de pesos. ¿Qué es lo que tenemos que anunciar? ¿Que estamos quebrados? ¿Que pagamos pensiones miserables a ancianos y ancianas? No dejo de preguntarme cómo es posible que en una institución quebrada en el período del 2011 al 2012 las igualas se hayan triplicados con respecto al período anterior, al pasar de un monto de 8 millones de pesos al de 24 millones de pesos y, sin embargo, la partida destinada a las pensiones permaneció prácticamente igual. Según estos datos, la justicia social queda muy maltrecha en nuestro país, dado el caso de que nuestros pensionados no cuentan con recursos suficientes para adquirir los alimentos y las medicinas que necesitan.
Otros datos de este estado lleno de iniquidades: la partida de combustibles y lubricantes iguala la de las pensiones. Por otra parte, los gastos operacionales representan un 92 por ciento de los ingresos, siendo prácticamente nula la cantidad necesaria para mejorar servicios, para ajustar las pensiones a la inflación, y para mejorar la infraestructura.
La propia nota de los auditores establece que los gastos administrativos representan un 22.57% de los ingresos recibidos, lo cual excede el cálculo técnico, según el cual este porcentaje no debe nunca superar el 10% del Plan de Salud del Régimen Contributivo (PDSS).
Recordemos que se había establecido que los accidentes de tránsito, acápite en el cual nuestro país tiene uno de los mayores índices, serían cubiertos por el Plan de Salud del Régimen Contributivo. No comprendemos de dónde saldrán los recursos para que esto sea una realidad.
La situación de derroche irresponsable de recursos, reflejada en el estado financiero del Seguro Social, no hace más que contribuir a que nuestra economía sea cara, a que la mayoría de los dominicanos no tenga acceso a servicios de calidad, todo lo cual se traduce en una pobre calidad de vida.
¿Cuál es la postura de los dirigentes gubernamentales, sindicales y patronales? Ninguno debíamos prestarnos a ser cómplices de esta vergonzosa e insostenible realidad que no es nueva.
Revisemos las conciencias y busquemos soluciones; no es posible que más ciudadanos mueran o vean su salud deteriorada por falta de atención médica.
De lo contrario, Dios nos pasará juicio, porque probablemente aquí nadie lo haga.