El pasado es definitivamente caprichoso. Debemos tratarlo con cuidado. Quizás por eso los chinos lo tratan con reverencia y le rinden tributo durante la Festividad de Qingming o Día de los Difuntos. Luego de limpiar las tumbas, muchos narran a sus antepasados todos los esfuerzos realizados durante el último año para honrar y engrandecer el apellido de la familia.
No malinterpretemos lo anterior. A diferencia de los descendientes de la geografía del Tahuantinsuyo que delimitaba el alcance del gran Imperio inca, los chinos no creen que en el pasado todo era mejor. Lo que sí creen es que sus antecesores construyeron una nación, un Estado, una familia o una empresa que a ellos les corresponde engrandecer. Por eso se esfuerzan más que la mayoría de los habitantes de otras naciones, trabajan más horas que los occidentales y estudian con disciplina y rigurosidad para obtener la calificación máxima de 800 puntos en el Scholastic Assessment Test (SAT) que abre las puertas a las mejores universidades del mundo.
¿A qué viene esto?, usted se preguntará. Cuando observamos en nuestra región e incluso en algunos países desarrollados, lo que ha estado sucediendo en los últimos años cuando se producen cambios de gobiernos, resalta el énfasis creciente en el discurso y la narrativa de los nuevos incumbentes en el desastre heredado del pasado. Asumen que todo lo que se hizo en el pasado estuvo mal, incluyendo la denominación otorgada a los programas sociales y de modernización del Estado. Resumiendo, que todos los males heredados fueron generados por los gobiernos anteriores. Parecería que los asesores electorales de los partidos políticos que deseaban y lograron desplazar al partido gobernante, consideran que el modelo de campaña negativa que, en ocasiones, puede resultar efectivo para reducir la preferencia o favorabilidad del contrario durante la contienda electoral, debe mantenerse desde el gobierno contra el partido y los ex gobernantes que ahora habitan en la geografía opositora.
Esa estrategia, la de culpar al pasado de todos los males presentes, podría ser efectiva unos meses. Cuando su vigencia es extendida indefinidamente, si no es acompañada con decisiones, acciones y realizaciones, puede generar dudas en el electorado sobre la capacidad de los nuevos gobernantes y funcionarios para enfrentar los problemas de la nación y las demandas de la población. Cuando observamos el nivel de criticidad durante la campaña electoral y luego desde el gobierno, notamos que aquellos dirigentes opositores y hoy funcionarios gubernamentales que con más intensidad han criticado el pasado, son precisamente los que menos tienen que exhibir desde las entidades, ministerios y dependencias gubernamentales que actualmente presiden.
Es como si la famosa Curva de Phillips que identificó el economista británico William Phillips en un trabajo publicado en noviembre de 1958, y que mostraba una relación inversa entre la tasa de inflación y la tasa de desempleo (mientras menor es la tasa de desempleo, mayor es la inflación), sufriese una metamorfosis dando lugar a otra con nuevas variables en los ejes: mientras mayor es la crítica al pasado, menores son los logros del ministro o funcionario: “the Revenge of the Past Curve” o la Curva de Venganza del Pasado. Sé que algún economista preguntaría por los “microfoundations” de esta nueva tesis. Me aventuro a plantear dos posibles hipótesis que requerirían una evaluación más profunda. La primera plantearía que al dedicar la mayor parte del tiempo a criticar y denostar a los anteriores incumbentes, no dedican el tiempo suficiente al diseño y ejecución de sus políticas y proyectos. Otra, quizás más apropiada en algunos casos, sostendría que al no saber qué, cómo y dónde hacer, ocultan su incapacidad criticando a sus antecesores.
No hay mejor ejemplo de lo anterior que lo sucedido en la arena eléctrica. Esta ha sido, sin lugar a dudas, el ámbito de intervención de la pasada administración que más crítica recibió durante la campaña electoral de 2019-2020, crítica que ha continuado hasta el día de hoy. Estando en la oposición, los gladiadores eléctricos del partido insurgente, criticaron la construcción de la Central Termoeléctrica Punta Catalina, la cual dotó al sistema de 752 MW de energía de base, con una tecnología de control de gases de efecto invernadero (específicamente, CO2) más efectiva que la exhibida por 564 de las 565 generadoras de carbón que operaron en EUA en el 2018, y con un costo total que, según FTI Consulting, una firma recomendada por un importante miembro del equipo eléctrico del actual gobierno, tuvo “un costo menor de aproximadamente un 6% menos que el promedio de nuestra muestra utilizada basada en otras plantas similares en Latinoamérica.” Criticaron y desecharon el modelo de subasta inversa para la compra del carbón utilizado por la pasada administración de la empresa, el cual generó ahorros por US$151 millones al Estado dominicano. Luego de rezagadas, fallidas y costosas licitaciones, tuvieron que retomarlo. El pasado de 2013-2020, dotó al país de casi 2,300 MW adicionales con nuevas plantas termoeléctricas estatales, de capital mixto y privadas, proyectos de ciclo combinado, conversión de plantas a dual-fuel, e instalación de parques de energía renovable. Es cierto que, en el ámbito de la distribución, los avances fueron mínimos. Las críticas se han ido apagando en los últimos meses luego de las imprevisiones sucesivas tanto en el ámbito de la generación como la distribución. El área más criticada del pasado se ha convertido en el área más fallida de la presente administración. No hay mejor ejemplo para la Curva de Venganza del Pasado.
Lo mismo hemos visto en el área de la educación pública. Se criticó el uso dado por el pasado al 4% del PIB en educación. Se habló de despilfarro de recursos. A pesar de que Educa había señalado que la educación pública exhibía 50 años de ausencia de inversiones en construcciones de planteles y aulas, se criticó la masiva inversión en construcción de infraestructura escolar que posibilitó el 4%. Es cierto que debió hacerse más, mucho más, para mejorar la calidad de la enseñanza, enfatizando la contratación de maestros cada vez más calificados. Sin embargo, los gladiadores de la entonces oposición en la arena educativa, al recibir el voto de confianza de la población, prometieron que lo cambiarían todo y que refundarían el sistema educativo dominicano a través de una verdadera revolución educativa que, de nuevo, en lugar de hacer las reformas necesarias y teniendo los recursos para hacerlo, se concentró en acrecentar la crítica al pasado mientras relajaba las normas y requisitos para la contratación de docentes y prestaba una disminuida atención al mantenimiento de los planteles escolares. No hay que profundizar sobre la supuesta revolución educativa que se estaba ejecutando. El principal ejecutor, por razones que alguien conoce, pero nosotros desconocemos, fue separado del cargo. Otro punto de mucha crítica y pocos resultados en la Curva. La seguridad ciudadana, el endeudamiento público y los precios de los combustibles también caen esta región de la Curva.
Para que la Curva tenga validez, es necesario mostrar la existencia de puntos en la geografía derecha inferior del plano cartesiano. Ahí nos encontramos con ministros y funcionarios que no han perdido el tiempo en criticar el pasado. Todo lo contrario. Utilizando la herencia recibida como plataforma, se han concentrado en realizar sus funciones con responsabilidad y eficiencia. Es ahí donde aparecen David Collado (Turismo), Samuel Pereyra (Banreservas), Eduardo Sanz Lovatón (DGA) y Luis Valdez (DGII). No recordamos haber leído en la prensa declaraciones de estos funcionarios arremetiendo contra el “desastre” heredado de sus antecesores. Lo que sí hemos visto es un marcado dinamismo en el desempeño de sus funciones que les ha permitido mostrar resultados palpables. Es en esta geografía donde la presente administración exhibe sus principales logros y resultados. Alguien habrá notado que no mencioné a Héctor Valdez Albizu (Banco Central). La razón es obvia: Héctor Valdez es el pasado, el presente y el futuro. Es imposible que el presente Héctor critique al pasado Valdez cuando resulta imposible determinar cuál de los dos lo ha hecho mejor.
Nuestros partidos y dirigentes políticos deberían asimilar la afirmación de Hannah Arendt, sobreviviente del Holocausto y una de las filósofas políticas más influyentes del siglo 20, cuando señaló que “el pasado no lleva hacia atrás, sino que impulsa hacia delante y, en contra de lo que se podría esperar, es el futuro el que nos conduce al pasado.” Pero sobre todo, zambullirse en la lógica descomunal de Elias Canetti, escritor búlgaro sefardí de lengua alemana, cuando afirmó que “si cada época perdiese el contacto con las anteriores, si cada siglo cortase el cordón umbilical, solo podríamos construir una fábula sin porvenir. Sería la asfixia.” Ojalá que el liderazgo político de nuestra nación, en lugar de denigrar el pasado, lo use como plataforma para que sigamos progresando con eficiencia y solidaridad. Observemos nuestro pasado, analicemos sus fallos sin prejuicios y valoremos sus logros. Solo así ingresaremos al círculo virtuoso representado por gobernantes que, en lugar de perder el tiempo criticando el pasado, lo dediquen a superar las ejecutorias de sus antecesores.