En esta semana se inicia un nuevo año que siempre está lleno de grandes expectativas, sueños, anhelos, temores y esperanzas. Al inicio de este 2024, que está saturado de muchas inquietudes y retos, quiero recordar una reflexión que compartí hace unos años a propósito de un año nuevo que se perfilaba con muchos rasgos preocupantes y que llevó a muchos a pensar a muchos en abandonar el país y perder la esperanza de que todo podría ser mejor.
Resulta más que necesario en este nuevo año que se inicia, saber valorar lo que realmente tiene valor. La sociedad de este tiempo tiene muchos elementos que hacen ver lo bueno como malo y lo malo como bueno. Debemos tener mucho cuidado. En estos tiempos casi todo está permeado por las ganacias y los intereses terrenales, por acumular riquezas sin control, y por eso muchos se olvidan de cuál es la mayor riqueza que podemos poseer y la que nunca debemos perder. Esa verdadera riqueza es tener a Jesús en nuestros corazones y como guía de nuestras vidas.
Para muchos seres humanos el valor de su existencia está determinada por la cantidad de bienes materiales que posee, por la cantidad de dinero que tienen en el banco, por las muchas posesiones materiales o por la fama y los muchos likes que pueda lograr en sus redes sociales. Esa vision olvida lo que, como dijimos más arriba, debe ser primordial en nuestras vidas: el tener a Jesus como el principal valor de nuestra accionar y de nuestras vidas. Y no es que sea malo tener posesiones materiales, lo malo es que esas posesiones materiales nos tengan a nosotros. No entender esa situación es que lleva a que muchos famosos y ricos, que creen tenerlo todo, pasen por un difícil momento de crisis y angustias que lo pueden llevar a suicidarse o a buscar a Jesús y así encontrar el verdadero sentido de su vida.
Muchas personas olvidan que todo lo que tienen se lo ha dado Dios, que su talento y su capacidad para producir riquezas es un regalo de Dios y que lo fundamental no es poner como dioses a esas cosas, sino saber valorar el verdadero responsable de poder disfrutar todos esos bienes materiales. En el evangelio de Lucas, capitulo 12, versículos del 13 al 21, Jesus nos narra una parabola de un rico que actuó de manera insensata tratando de multiplicar sus riquezas a espaldas de Dios, que quizo multiplicar de manera incorrecta sus bienes pensando que en el futuro obtendría más y más beneficios, pero olvidando que “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”.
El mayor bien para todos nosotros es tener a Jesús en nuestros corazones y dejar que Él determine todo nuestros accionar, que todas las cosas materiales que podamos lograr sean sabiendo que Dios es el responsable de que la consigamos y que nuestro afán no debe ser alcanzar tesoros en esta tierra sino trabajar para conseguir el mayor tesoro: alcanzar la salvación eterna y estar en el cielo con Jesús. Claro, no se puede entender que es malo tener bienes materiales. No. Lo malo es que nuestra vida esté orientada, dedicada y dirigida de manera irraacional a conseguir esos bienes materiales.
Al que logra tener mucho haciendo siempre lo correcto, sin engañar a nadie, sin abusar de nadie y ayudando a muchos, el Señor lo bendice. Pero a quien cree que su riqueza mide el valor de él como ser humano, el Señor lo llama a reflexión. Cuando Jesús dice, en Mateo 19:24, que más fácil entra un camello por el ojo de una aguja que un rico al reino de los cielos, se estaba refiriendo a aquellos que creen que por tener riquezas ya lo han encontrado todo y no necesitan nada más. En ese momento Jesús vio el corazon del joven rico y supo que éste lo que quería era mantener sus riquezas, no de verdad seguirle. Y es que nuestro verdadero valor como seres humanos está en caminar siempre con Jesús, en hacer lo que dice el evangelio de Mateo en el capítulo 6, versículo 33: “Buscar el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas nos serán añadidas”.