Cuando a mediados del año 1981 fuimos llamados por el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INDRHI) para elaborar, en 24 meses, junto a un equipo técnico de muy alto nivel de la empresa israelí Tahal Consulting Engineer, la cartografía geológica e hidrogeológica del Plan Nacional de Investigación, Aprovechamiento y Control de Aguas Subterráneas (PLANIACAS) del territorio dominicano, y hacer la primera versión del Atlas Hidrogeológico Nacional, quedó allí expuesto que la planicie Costera Oriental, integrada por terrazas de calizas coralinas con muy alta porosidad primaria que le garantizan muy alta conductividad hidráulica, y que se extiende desde la ciudad de Santo Domingo hasta Nisibón, representaba el principal acuífero nacional por almacenar una recarga neta anual de 1,100 millones de metros cúbicos de aguas subterráneas parcialmente explotadas en Santo Domingo, Boca Chica, Juan Dolio, San Pedro de Macorís, La Romana y Punta Cana-Bávaro-Macao.
También quedó evidenciado que la explotación del principal acuífero nacional, que junto a Los Haitises, sierra de Neiba, valle de Neiba y sierra de Bahoruco, constituyen los 5 grandes acuíferos regionales nacionales, debía ser manejada con mucho cuidado por tratarse de un acuífero costero donde es perjudicial extraer localmente más agua que la recibida como recarga neta total luego de contabilizar los 1,350 milímetros de precipitación media anual y restarle escorrentía superficial, pérdidas por capilaridad y evapotranspiración, pues siempre que un acuífero costero, muy poroso, es sobreexplotado, los conos de abatimiento producidos por exceso de bombeo generan intrusión salina que es difícil revertir porque las 35,000 ppm de cloruros de sodio (NaCl) y de potasio (KCl) del agua de mar hacen que su densidad sea mayor a la del agua dulce, y por eso el agua dulce no puede empujar de regreso el agua de mar.
Ese grave problema de intrusión salina también fue evidenciado en el año 2000 cuando el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos ejecutó, junto a la firma italiana Aquater, un nuevo estudio hidrogeológico que incluyó a la planicie Costera Oriental, y donde se puso de manifiesto que en la zona de Punta Cana-Bávaro-Macao la intrusión salina ha entrado 4 kilómetros tierra adentro, y fue evidenciado por nosotros en el año 2001 al realizar la evaluación hidrogeológica del acuífero Brujuelas-Casuí para ubicar el campo de pozos para el acueducto de Boca Chica, donde encontramos que en Boca Chica la intrusión salina ha penetrado 15 kilómetros tierra adentro, y por esa razón recomendamos ubicar los pozos al norte del batey Victorina, en dirección este-oeste, con caudal de extracción no mayor de 650 galones por minuto para cada pozo, pues la modelación indicaba que por encima de ese caudal se inducía intrusión salina, lo cual citamos al redactar en el año 2012, en nuestra entonces condición de Punto Focal Nacional del Agua, el capítulo dominicano del libro: Diagnóstico del Agua en Las Américas, el cual fue publicado en el año 2012 por la Red Interamericana de Academias de Ciencias (IANAS), a la cual pertenece la Academia de Ciencias de la República Dominicana, libro que está disponible en la web.
Pero, si todo lo anterior es conocido desde 1983, y está publicado en los 14 volúmenes del PLANIACAS, en 2 libros de la IANAS, y en múltiples artículos de prensa, lo correcto hubiese sido seleccionar y estudiar un sitio adecuado para construir una represa que pueda garantizar suficiente agua superficial para la creciente hotelería de Punta Cana-Bávaro-Macao, hotelería que todos debemos apoyar por ser la principal industria nacional, porque allí hay unas 50 mil habitaciones que en condiciones normales consumen un metro cúbico de agua (264 galones) por habitación y por día, lo que con un 80% de ocupación representa un consumo diario de 40 mil metros cúbicos de agua, equivalentes a 3,850 millones de galones de agua al año, provenientes de unos 150 pozos, los que aumentan la intrusión salina, y donde ahora la hotelería proyecta construir 50 nuevos pozos que generarían mayor intrusión salina.
El INAPA, el INDRHI y el ministerio de Turismo deben analizar, con estricto rigor científico hidrogeológico, y con mediciones hidroquímicas de cloruros en todos los pozos existentes en Punta Cana-Bávaro-Macao, el viejo y grave problema de salinización por sobreexplotación del acuífero de la planicie Costera Oriental, para cerrar todos los pozos ya salinizados, y dejar operando sólo aquellos pozos que tengan menos de 250 ppm de cloruros, especialmente cuando se plantea, sin medición ni modelación hidrogeológica, que si se construye un nuevo aeropuerto en Bávaro-Macao las aguas subterráneas de Punta Cana estarían en peligro, cuando sabemos que el peligro comenzó hace 40 años, y cuando sabemos que todo aeropuerto apenas necesita 10 galones de agua por pasajero, es decir, que un aeropuerto que proyecte mover 2.5 millones de pasajeros al año, necesitaría 25 millones de galones de agua al año, equivalentes a la misma agua que consume un hotel de 300 habitaciones, lo cual representa apenas el 0.6% (menos del 1%) del agua que consumen las 50 mil habitaciones de la hotelería de Punta Cana-Bávaro-Macao, y todo el que sabe de caudales y de aguas subterráneas sabe bien que en esa caliza ese caudal lo aporta un pequeño pozo de 150 galones por minuto, operado durante 8 horas diarias; y si se plantea que no se puede hacer un nuevo pozo para un nuevo aeropuerto que allí se construiría, entonces, ¿por qué se plantean 50 nuevos pozos para la hotelería?