Hay toda clase de paternidad. Narcisista, que percibe sus vástagos como genios de la perfección étnica; mentiroso, que inventa leyendas justificatorias de alguna característica somática o de su prole que lo aúpa o que denigra su consorte para justificar la superioridad parental suya versus la herencia materna. Pero hay muchísimas otras categorías. No me embarco en la construcción de una taxonomía parental. Solo procuro conversar sobre opciones y decisiones parentales, y lo que creo éstas producen.

Tengo hoy 79 años cumplidos; mi hijo mayor, Nelson Iván, vio la luz por primera vez hace más de 56 años el 18 febrero de 1962 en New York, NY, ergo ciudadano norteamericano, como lo es también mi hija mayor, Raquel Yvette, nacida en Austin, TX, el 08 de febrero de 1969. Mi vástago de menor edad es Hilda Sophía, quien nació en Santo Domingo Este el 28 agosto del 2007. Entre mis hijos cuento además con otros príncipes y princesas que siempre han endulzado mi vida, todos cumplidores de sus deberes ciudadanos, familiares y éticos, haciéndome sentir orgulloso de tener y de haber entregado a la sociedad un grupo de seres humanos respetuosos de los derechos y escogencias ajenas, a pesar de la diversidad de posiciones éticas e ideológicas presentes entre nosotros, que van desde el ateísmo a diversas denominaciones religiosas cristianas, tal vez hasta el fanatismo, cuyo primordial efecto ha sido nunca la confrontación sino la comprensión y los propósitos de paz en las relaciones familiares. Tenía apenas seis años de edad cuando mi padre me llevó a visitar a su tío Juancito Rodríguez García en su casa del Santo Cerro en La Vega, y a mi tío abuelo le hizo gracia mis respuestas a sus preguntas, y me dijo que me regalaba una becerra pura preñada, un regalo que nunca llegó, pues tuvo que ausentarse del país muy pocos días después para jamás volver. El próximo amanecer que recuerdo sucedió cuando me despertó mi abuelo paterno para que estuviera listo para cuando mi padre me fuera a buscar. Entonces asistí con él en Andrés, Boca Chica, al matrimonio de mi tío José Edmundo Taveras Rodríguez, médico, anatomopatólogo y luego profesor de la Universidad de Puerto Rico hasta su muerte, quien se casaba con Montserrat Brossa, hija del administrador del Ingenio Boca Chica y hermana del Dr. Jordi Brossa, quien siempre actuó para con nosotros no solo como médico, sino también como verdadero miembro de la familia. Luego, otro tío mío, el Dr. Juan Manuel Taveras, también médico y uno de los científicos creadores de la especialidad de la neuro-radiología, viajó en 1946, por gracia de la diplomacia norteamericana, a Philadelphia, PA, donde en la Universidad de Pennsylvania obtuvo el grado de Doctor (PhD) en Medicina. El tío Juan Manuel se convirtió en un prestigioso profesional y ocupó siempre altos puestos docentes y administrativos de la neuro-radiología, en New York, NY (Columbia University), En Saint Louis, MO (Mallinckrodt Institute of Radiology), y en Boston, MA (Harvard University). Esta última, le concedió el honor de nombrarlo Profesor Emérito.

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