El mundo atraviesa por un período de inflación, resultado de la enorme cantidad de dinero que se puso en circulación para reactivar las economías luego del cierre, consecuencia de la pandemia.
La inflación, resultado de una alta demanda de alimentos, materias primas y combustibles, que sumados a la interrupción de la cadena de suministro ha generado un aumento general de precios, afectando prácticamente todos los productos.
Nosotros no escapamos a esa realidad, a pesar de tener una economía de gran estabilidad financiera y política, somos la séptima mejor de la región, por encima de economías de mayor tamaño, crecimiento de más del 5%, capitales extranjeros y nacionales invirtiendo, gracias a la estabilidad y seguridad que ofrece el gobierno.
Pero mi tema no es este. Hace unos días, cuando el gobierno dispuso una tarjeta de RD$1,500 para paliar el aumento de los alimentos, las críticas de las redes fueron feroces porque se encontraron eso muy poco.
Posiblemente no hubiese escrito al respecto, a no ser por un buen amigo con quien comparto mucho, que me llamó y me dijo “tu escribes en El Caribe, yo no tengo esa posibilidad, posiblemente soy muy atrevido al pedirte que escribas por mí”.
Sabía que mi respuesta sería positiva, le pregunté que de qué quería que escribiera. Me dijo “tú sabes que yo de niño pasé mucha necesidad, cuánto hubiese mi madre, mis hermanos y yo tener mil quinientos pesos”. Su mamá lavaba en casas de más poder adquisitivo y no era hasta la noche que podían comer algo. Me contó que muchas veces lo que tenían que comer era lo que recogían en los desperdicios o el pan que le regalaba el sacerdote por ayudarlo en la misa.
“Con mil quinientos pesos no se puede compensar el aumento del costo de la vida para tomar más cerveza, para salir más de fiesta, para ir de fin de semana, pero te referiré Celso lo que hace más de siete meses me sucedió cuando apoyaba uno de los barrios, que no olvido”.
Un sábado vi como repartían unas fundas de alimentos con mucho orden, los llevaban a personas que viven bajo cartones, sin luz, sin agua, sin internet, camas de cartón. Me llamó la atención y me acerqué y una señora, cuyos ojos estaban iluminados de alegría, me dijo “no sabemos de dónde viene, pero todos los meses nos ayudan”.
No me pude contener y cuestioné a una de las personas que hacía la distribución, ¿de dónde venía? si era del gobierno y nos dijo que era una empresa, pero que ellos tenían prohibido decir su nombre.
Pregunté qué tenía cada funda, a la que ellos llaman kits y me dijo: 20 libras de arroz, aceite, dos litros de leche, pasta coditos, avena americana entera, habichuelas rojas, guandules, salsa de tomate, harina de maíz, sal refinada, ajo, azúcar, harina de trigo y salami.
Me refirió mi amigo, que no era bueno en matemáticas, calculé que eso podía costar entre RD$1,500 y RD$1,600 para familias de 4 cuatro a seis personas. No es un festín me dijo, pero te aseguro, me dijo, que mis hermanos y yo hubiéramos agradecido mucho haber contado con una mano amiga privada o pública que llegara hasta nosotros.
Siempre admiro a este amigo; me molesta mucho porque sabe que normalmente como en mi escritorio, no importa cuál de ellos, un sándwich o una hamburguesa de niño, como menos y guardo el regalo para algún niño en mis recorridos por los pasillos de Rehabilitación.
El presidente Abinader nunca soñó cual sería la crisis que le tocaría manejar, me encanta oír comentaristas buenos, otros no tanto, pero todos con una receta sobre qué hacer. No tienen una idea de lo difícil de gobernar, cuantas situaciones se presentan a diario, los intereses personales, la falta de interés de muchos en hacer las cosas bien.
Al despedirme de mi amigo le dije que su artículo saldría en elCaribe, porque la idea fue de él con algunos toques míos, que terminaría con lo que me dijo al despedirme “Celso, sólo el que se acuesta sin comer, el que duerme bajo un techo de cartón o zinc de quinta, lleno de hoyos de los muchos clavos por el uso de tantos otros, aprecia lo que esos mil quinientos pesos significan.
Dile al Presidente, que él no me conoce que soy uno más de los que reconoce el gran esfuerzo que está haciendo en medio de este desastre mundial. Que las redes son muy importantes pero que al final de su gobierno serán estos miles de pobres que hoy ayuda y no los likes o seguidores que pueda tener un tuitero lo que le darán el éxito y la satisfacción de habernos gobernados. Dile que cada noche en mis oraciones pido por él y su familia”.