Los cuatro principales partidos que existen hoy en la República Dominicana, tienen como elemento común que fueron creados o son divisiones de estructuras organizativas ideadas por el profesor Juan Bosch. El PRD y el PLD, ambos fueron obras directas de Bosch, el más preclaro pensador y armador político que ha tenido la nación dominicana posterior a la tiranía trujillista. El PRM y la Fuerza del Pueblo, son subsecuentes divisiones de aquellos dos partidos formados por Bosch.
Lo anterior significa que esas cuatro organizaciones políticas deben tener en cuenta para su accionar cotidiano, las enseñanzas y el legado del profesor Juan Bosch como guía y ejemplo para la misión de conducir los destinos de la nación. No es solo el PLD que está obligado a seguir la ruta del profesor Bosch, sino que todas las demás entidades que tienen en sí parte de su legado deben asumir el compromiso de lo que él modeló.
Juan Bosch fue un referente de ética política. Fue un modelo, con sus aciertos y desaciertos, de actuación en la política con tres elementos esenciales: Integridad, honestidad y lealtad. La integridad es la cualidad de ser el mismo en todas las circunstancias. La honestidad es actuar con transparencia y respeto a las leyes, las personas y los códigos ético-morales. La lealtad es actuar sabiendo ser agradecidos y sin caer en niveles de traición o deslealtad por beneficios o conveniencias personales.
En este tiempo, en la política dominicana, y muy especialmente entre esos cuatro partidos que son fruto del esfuerzo de Juan Bosch, se están dando algunas situaciones que desdicen, irrespetan y deshonran el legado del maestro. Las urgencias y las presiones del proceso electoral que se avecina, ha llevado a que los partidos y los dirigentes pierdan el sentido ético y moral del ejercicio de la política, y actúen en base a criterios de conveniencia y oportunismo.
El transfuguismo que se está viviendo en la política dominicana alcanza los niveles de vergüenza. El partido de gobierno, que surge de las entrañas del primer partido que fundó Bosch, está desarrollando una campaña vergonzante de “convencimiento” a alcaldes y líderes municipales de los partidos de oposición, que degrada la calidad del ejercicio político y lleva un mal mensaje a los jóvenes que deseen incursionar en el campo de la política. Algunos dirán que eso no es de ahora, pues en los pasados gobiernos también se hacía. Pero esa es una excusa sin fundamento. Si antes se hacía, también era un mal proceder y no se justificaba. Como tampoco se justifica en los actuales momentos.
Hay casos de transfuguismo que se han dado en estos tiempos que parten el alma. Ya es común ver dirigentes de oposición, bien formados y preparados, con tradición de manejo ético y moral, con un accionar histórico de agradecimiento y lealtad, que de repente se pasan al partido de gobierno, dando un salto político inimaginable y sin ninguna explicación lógica que no sea la de resolver una situación personal. Y si bien es cierto que todo el mundo tiene derecho a cambiar de partido, para quienes ejercen la política con sentido de integridad, honestidad y lealtad, ese paso debe darse con fundamento y aval ideológico.
Se puede entender que un dirigente de un pueblo, que tal vez no tenga un alto grado de preparación o no entienda el valor de una acción política, se vaya de un partido a otro y se lleve el cargo que ostenta y que ganó con el partido que deja atrás. Eso es comprensible aunque nunca justificable, pues si bien tiene derecho a renunciar y cambiar de partido, la ética y la honradez llevan a que al irse entreguen el cargo que obtuvo con la organización que abandona. Pero si eso es grave, lo que está sucediendo ahora es mucho peor. Se ha puesto de moda que alcaldes, regidores, diputados y hasta senadores, renuncian o son “convencidos” a que se vayan de sus partidos a respaldar al partido de gobierno, con la promesa de que serán apoyados para que se reelijan en sus puestos, que ganaron con el partido que abandonan. Esa es una acción deshonesta, desleal, indecorosa y sumamente condenable.
El transfuguismo es un comportamiento deleznable que degrada la actividad política. No importa quien sea que lo practique ni de qué bando se realice. Es condenable que el partido de gobierno “sonsaque” a un opositor con artimañas, como que un partido opositor “sonsaque” a un dirigente gobiernista con esas mismas artimañas. Los partidos dominicanos, especialmente esos cuatro que tienen en su esencia algo de Juan Bosch, deberían actuar con integridad, honestidad y lealtad.