Esta vez el embajador interino de los Estados Unidos no podrá, como ha sucedido en oportunidades de embajadores anteriores, criticar que en las primarias de un importante partido uno de los contendientes nunca reconoció los resultados porque decía que las máquinas recién instaladas no eran seguras y luego se debió suspender las elecciones del mes de febrero por el manejo irregular que el propio organismo electoral permitió.
Pero como dirían nuestros amigos del Norte, son cosas que suceden en las economías bananeras, aunque ya la nuestra no se distingue por eso, sino por su estabilidad económica dentro de un contexto mundial complicado.
A una semana de haber celebrado las elecciones donde se elige parte de los senadores, la totalidad de los representantes en la cámara y los gobernadores, aún no hay resultados definitivos.
Estas elecciones de medio término representan un referéndum para el presidente, que lo usual es que pierda muchos escaños en el congreso y gobernaciones de esa gran nación.
En medio de una inflación, quejas por el manejo de la economía, la vergüenza de la retirada de Afganistán, el aborto y los traspiés del presidente Biden que confunde un país con otro, que relata que uno de sus hijos murió en combate sin haber sido así, lapsus que quieren aprovechar sus detractores, proyectaba que los republicanos barrerían y tendrían el control de ambas cámaras y muchos más gobernadores.
Antes de analizar los resultados de las elecciones del 8 de noviembre, lo triste es que aún no se ha terminado el conteo de votos, ya el partido demócrata tiene 50 de los 100 escaños del congreso. Georgia va camino a unas nuevas elecciones por el escaso margen de diferencia de los candidatos, los demócratas, si no aseguran el control del senado, tienen un empate que lo define la vicepresidenta Harris.
Pero vamos al sistema electoral. Como todo, en Estados Unidos las cosas se definen a nivel estatal y todo es diferente. Vemos cómo en la Florida, después del trauma de las elecciones Bush-Gore, que se decidieron en la Suprema Corte, modificaron su sistema electoral y en cuatro horas, como debe ser en una nación que se dice desarrollada, se confirmó la aplastante victoria del gobernador DeSantis y del senador Rubio. Una gran victoria para los republicanos en el importante estado de la Florida.
Estados como Nevada, Arizona, con poblaciones más pequeñas, tardaron días en poder dar ganadores. La elección en Nevada fue muy reñida y la ganadora Katie Hobbs, secretaria de estado de dicho estado, será la misma en certificar su victoria.
El día de votaciones en Estados Unidos no es festivo para que se pueda ir a votar, existe el voto por correo y el voto anticipado. Esto permite que un ciudadano puede votar varias veces, incluso, hay una fuerte oposición para que se exija una identificación cuando se presenta al recinto a votar.
El sistema es aun más irreal, cuando son las cadenas de televisión y las agencias de noticias las que dan a los candidatos ganadores, aunque luego exista un proceso más institucional, se ha dado el caso de ganadores que han sido certificados por CNN, Fox o Agencia de Prensa, después que se termina el largo y manual proceso de conteo de votos el ganador es otro.
Hoy todavía no se ha definido qué partido tiene mayoría en la Cámara de Representantes, pero ya con 217 de los 218 necesarios, para la mayoría, los republicanos se alzan con el control de esta.
¿Quién ganó y quién perdió? El gran perdedor fue el gran pueblo norteamericano. Terminó más dividido que nunca, diferencias entre candidatos ganadores y perdedores que apenas llegan a uno por ciento.
El expresidente Trump, que hizo campaña por muchos candidatos, la mayoría perdieron, ahora declara que corre de nuevo para el 2024, lo que dificulta candidaturas nuevas.
El presidente Biden, al lograr su partido un empate o mayoría en el senado, lo que lo ayuda para nombrar jueces en los próximos dos años, pero tampoco ganó. Las encuestas durante las elecciones lo dan con una aprobación muy baja y sus posibilidades de una reelección son muy escasas.
Ron DeSantis, el gran grandor, con aspiraciones presidenciales y una excelente posición para lograr la candidatura de su partido, tendrá que enfrentar a un Trump capaz de cualquier cosa para retornar al poder.
Veremos de nuevo una campaña centrada en la economía, en el aborto, en el control migratorio y en la aprobación de la mariguana. Un partido demócrata más liberal y un republicano más conservador. Es el camino que parece trillar el mundo, donde olvidamos las verdaderas necesidades, que son las de los menos afortunados.