¿Y si mañana no estoy, tendrá los apoyos necesarios para desarrollarse? ¿Podrá defenderse solo ante una sociedad tan cruel? ¿Los demás podrán entenderlo?
Muchas preguntas navegaban en la mente de aquella madre portadora de bandera azul.
Estas interrogantes generan un grado de estrés y ansiedad superior y así cada día se ve envuelta en un bucle de pensamientos no aclarados por su recurrente amigo fatal, el internet.
El vertiginoso momento del diagnóstico TEA en su pequeño removió todo aquello que había estado construyendo como madre, y las ideas de crianza que tenía hasta el momento empezaron a parecer nada, fue como tener que empezar nuevamente a forjarse en el camino de la maternidad.
Los dardos de culpabilidad (por no entenderle o guiarle correctamente), las cuestionantes, la debilidad a enfrentar socialmente la realidad (tratando de ocultar el diágnostico como si este fuera un pecado), el no saber qué hacer y cómo hacerlo, la llevaron a caer en lo que pareciera un laberinto sin salida.
Visitada recurrentemente por el insomnio, se sienta en la cama sin mirar a nada en específico y los pensamientos ansiosos del futuro que le espera al pequeño que duerme como si el mundo fuera perfecto en la habitación de al lado, la hacen ponerse de pie y detenerse en la puerta blanca entreabierta para que la luz del pasillo alumbre un poco de la habitación que parece un mundo aparte.
Asoma la cabeza y lo observa, como siempre pareciera que va a caerse de la cama, pero eso no pasa, ya conoce bien el espacio. Lo mira nuevamente y se le arruga el corazón del miedo al pensar que si no está ¿quién va a limpiar cuidadosamente cada pieza de lego colocada de manera estratégica en el piso?.
Se ríe por dentro, nadie ha podido limpiar el espacio sin derribar alguna de ellas, y eso, eso pone ansioso al pequeño obsesivo del orden, por lo que ella lo hace como si esquivara una pista de obstáculos para evitar un episodio de ansiedad y llanto.
Se pregunta además, ¿quién va a entender que cuando se tapa los oídos no es porque le moleste un ruido alto, sino solo algunos pitidos?… ¿Y si nadie aprende a identificar que cuando hace ese extraño sonido con la garganta es porque está nervioso?, o que cuando dobla un poco el pie izquierdo es porque quiere decir algo y no sabe cómo.
Se abruma, tanto que prefiere salir de la habitación y dejar que el pequeño azul complete el ciclo de sueño, mientras el suyo está cada día más inestable.
Toma agua, regresa a su cama y allí boca arriba pasan las horas lentas como caracol. Cuando por fin cierra los ojos suena el pitido de las 5:00 am que la hacen levantarse como resorte y empezar el día.
La rutina inicia y trata de dejar entrar esas preocupaciones, pero sabe bien que en la soledad nocturna de su habitación… volverán.
De interés
Pequeño azul: se dice de los infantes autistas. El azul es el color que representa el autismo y es el símbolo más utilizado para representar esta condición.
Madre azul: madre de una persona con autismo.
Hay diversas explicaciones que justifican el uso del color azul para simbolizar el autismo, pero hay una que es la más aceptada.
La principal explicación que justifica el uso del color azul para representar el autismo, es que el azul es el color del mar.
De esta forma se hace un paralelismo entre el mar y las personas con autismo, principalmente por dos motivos:
- El mar y las personas con autismo suelen estar calmados y tranquilos, pero en ocasiones, por distintos motivos, ambos pueden descontrolarse de repente.
- Tanto el mar como las personas con autismo albergan un mundo interior muy rico que todos quedarían fascinados al conocer.