La ciudadanía empieza a oler estafas por todas partes, desde los partidos hasta la sociedad civil, que es política más no partidista. Al revés, sostiene su razón de ser sobre el discurso antipartidos.

La designación de varias figuras de la sociedad civil en puestos en el gobierno, que en oposición asumieron un discurso moralista, pero han exhibido un comportamiento que ha generado cuestionamientos justificados en la sociedad, intensifica el olor a estafa que siente cada vez más fuerte la ciudadanía.

La renuncia de un alcalde que ganó con el 77% de los votos como el de La Vega, para ocupar un Ministerio, es un engaño a los votantes. Todo lo que ha ocurrido desde la renuncia del alcalde y la vicealcaldesa, prueban de que se trató de una jugada calculada del partido oficial, de ganar la plaza con un candidato que se sabe renunciaría. Un cálculo tan mal hecho que siquiera se cuidó en colocar un/una vicealcalde/sa que luego no tuviera que presionar para dejar el cargo. No cuidó ni las reformas.

El último rumor que ha salido sobre el caso de La Vega es que estarían diligenciando que Amparo Custodio eche para atrás su renuncia, lo que se sumaría a la cadena de estafas que envuelven el caso de La Vega.

El artículo transitorio para saltarse el referendo que necesita la cláusula que petrifica el artículo 124 de la Constitución, también huele a estafa, pues el hecho de incluirlo es una admisión de su necesidad de la consulta. Igual que decir que a la luz de la nueva Constitución el presidente no designa al Procurador, pues en realidad lo nombre, solo que no es por decreto.

La actitud de un grupo de pastores de la iglesia evangélica que primero se quejó porque el fallido proyecto de “modernización fiscal” les ponía a pagar impuestos, pero gestionaron “su bendición” con el presidente y luego apoyaron impuestos para los demás, engañan en nombre de Dios. Huele a estafas por todas partes, pero también a peligro.

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