La historia cuenta que los segundos periodos de gobierno son difíciles, aquí y en otras latitudes con sistemas democráticos. Basta echar un vistazo a lo que ha ocurrido en el país con los presidentes que se han reelegido desde los noventa.
En 1990, Joaquín Balaguer y el PRSC ganaron la reelección en medio de un resultado cuestionado por Juan Bosch y el PLD. El segundo periodo de gobierno de esa segunda etapa del reformismo en el poder estuvo marcado por situaciones de crispación social.
Cuando intentó reelegirse para un tercer periodo en 1994, el resultado fue una crisis política que tuvo al país al borde de un vacío de poder. La crisis se resolvió con un acuerdo político que incluyó elecciones dos años más tarde y marcó la salida del poder del reformismo.
Leonel Fernández en 2008 arrancó su segundo mandato consecutivo y, además de algunas situaciones económicas por influencia de factores externos, para el 2010 enfrentó el movimiento de protesta del 4%. Tan influyente fue esa iniciativa que su impacto se extendió a la campaña electoral para las elecciones de 2012 y obligó a los candidatos presidenciales a firmar un acuerdo de cumplimiento.
Aunque la historia le ha dado la razón a Fernández sobre sus argumentos para no asignar de un solo golpe el 4% del PIB a la educación, no menos cierto es que el manejo político de esa demanda no fue el más adecuado.
El primer gobierno de Danilo Medina fue un éxito de popularidad y ganó la reelección en 2016 con porcentaje histórico de 62%. Sin embargo, arrancó su segundo mandato en medio de situaciones de crispación permanentes, y el hecho más notorio fue la Marcha Verde que realizó concentraciones apoteóticas durante todo el 2017.
El gobierno actual, al entrar en su segundo mandato, parece no comprender esa constante histórica. En todo caso, el comportamiento de sus integrantes repite el mismo patrón de sus antecesores. El sentimiento que transmiten es que son unos incomprendidos.
La reflexión siempre será una buena opción. Hasta Jesús, que cambió la historia de la humanidad, en su momento más aciago, se recogió y subió a la montaña a orar.
