El presidente Luis Abinader lanzó oficialmente su proyecto de reelección, amparado en un valor abstracto, la honestidad. Un valor que reivindica le acompaña en su gestión de gobierno. “¿Cuál fue la razón que te hizo marchar? La honestidad. La razón que me trajo hasta aquí, el legado que me esfuerzo en honrar cada día; la mejor política porque preserva nuestra democracia, honestidad garantizada ahora con la designación de un Ministerio Público independiente. Honestidad, el mismo valor que nos permite ser eficientes”.
Su mensaje es obvio que está dirigido a fidelizar el voto que entiende lo llevó al poder en las elecciones de 2020. ¿Fue el voto de las marchas contra la corrupción lo que llevó a Abinader al poder o la coyuntura? Los hechos indican que las marchas verdes que se hicieron durante todo el año 2017 y cuyo movimiento continuó incidiendo, no le sumaron, conforme a los hechos.
Abinader obtuvo 35% de los votos en las elecciones de 2016, y ninguna encuesta punteó un porcentaje superior en los años 2018 y 2019 para el hoy presidente. La realidad cambió cuando el PLD se dividió. La encuesta Gallup publicada el 27 de enero de 2020, otorgó a Abinader 42%; 31% de Gonzalo Castillo y 15% de Leonel Fernández.
El otro empuje que necesitaba para ganar en primera vuelta se lo aportó la suspensión de las elecciones del 16 de febrero y las protestas que se generaron por el hecho. Luego de eso, todas las encuestas acreditadas en la opinión pública como independientes, vaticinaron un triunfo en primera vuelta.
A esa realidad hay que sumarle la abstención de más de un millón que históricamente va a las urnas y no fue en esos comicios. La apuesta de Abinader en su discurso del 27 de febrero, no tuvo que ver con la honestidad. Siquiera se refirió a la lucha contra la corrupción y el Ministerio Público independiente. Lo que sobresalió fue lo de los Precios Index. Una estrategia errónea porque los precios es cómodo pata la oposición ante la inflación que afecta al gobierno. La apuesta oficial es la honestidad. El desafío está en imponer un valor abstracto y personal, ante la realidad concreta (individual y colectiva) de la economía. Si gana ese relato, hará historia en el complejo universo de las estrategias políticas.