En la etapa democrática, en los últimos 60 años, la República Dominicana logró construir estabilidad política, democrática y progreso económico. En su libro “El gran cambio”, publicado en 2014, el historiador Frank Moya Pons contextualiza el salto económico y social del país en 50 años.
Esa construcción no llegó sola, fue protagonizada por líderes políticos y sociales, comprometidos con los mejores intereses del país. La historia de la estabilidad política y democrática se construyó desde el desarrollo de los partidos políticos, pero especialmente de tres grandes líderes, el profesor Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez y Joaquín Balaguer.
Cada uno con un papel distinto, pero lo asumieron con responsabilidad para encaminar el país por hasta donde está colocado hoy. En ese proceso hubo otros líderes que jugaron roles estelares para el país, entre muchos más, sobresale Monseñor Agripino Núñez Collado, el gran mediador, la figura del balance en los tiempos difíciles y de las diversas crisis que el país debió superar. También jugó papel preponderante el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, una figura de armas tomar, pero siempre del lado de los mejores intereses de la República Dominicana.
De esas cinco figuras, solo queda vivo López Rodríguez, pero retirado por enfermedad. Las consecuencias para el para las instituciones que dejaron huérfanas no ha sido alentadora y la historia está ahí, viva. En el caso de dos partidos políticos, dos partidos, PRD y PRSC ya no existen. El PLD sobrevivió a la muerte de Bosch, pero ahora está en cuidados intensivos luego de la salida del otro liderazgo que sobresalió, Leonel Fernández.
El bajón de la Iglesia católica en el escenario nacional ha sido notorio luego que el cardenal se retiró. La ausencia de Agripino se siente más que nunca con el precario avanza que han tenido las reformas que impulsa el presidente Abinader. Algunas aprobadas sin consenso como la reforma constitucional, y otras truncas, como la reforma fiscal. A todas luces a las reformas de Luis les falta un Agripino.
Al país le ha ido bien bajo el modelo de los liderazgos, la apuesta debe ser por preservar lo bueno.