Los mercados globales fueron sacudidos, si bien de forma temporal, debido a que el yuan, la divisa china conocida oficialmente como renminbi, se devaluó y rebasó la marca simbólica de los siete yuanes por dólar. Este ha sido el valor más bajo que ha tenido la moneda china en más de una década.
En términos porcentuales, la devaluación no fue muy significativa, de sólo 2.5%, pero ocurrió en apenas tres días y menos de una semana después de que Estados Unidos anunciara que, a partir del 1ero de septiembre, impondrá una tasa arancelaria de 10% sobre productos chinos que hasta ahora no habían sido gravados en el contexto del escalamiento de la tensión comercial.
Hay razones para que la devaluación haya ocurrido. La tensión comercial con Estados Unidos es la principal. La subida continua y generalizada de las cargas arancelarias ha generado temores sobre el futuro desempeño de la economía china y ha hecho que activos (depósitos, títulos y otros) denominados en moneda de ese país sean liquidados y convertidos a activos denominados en dólares. Esto abarata el yuan con respecto al dólar. La segunda es la inestabilidad política que se vive en Hong Kong, la región administrativa china que sirve de refugio financiero para muchos activos denominados en yuanes. En pocas palabras las tensiones comerciales y políticas han generado fuga de capitales en China que han contribuido a depreciar su moneda.
La devaluación como arma
Sin embargo, la mayoría de los análisis coinciden en que, si bien había presiones sobre el yuan, una depreciación súbita que rebasara la marca de siete yuanes no se hubiese producido sin el consentimiento del Banco Popular de China (BPC), el banco central de ese país. El BPC cuenta con numerosos instrumentos con los cuales puede influir de forma decisiva sobre el movimiento del tipo de cambio, los cuales incluyen regulaciones, capacidad de escrutinio de las transacciones en divisas, capacidad del gobierno de hacer retornar las enormes sumas que acumulan empresas chinas en el exterior activos en el exterior y, por supuesto, la “persuasión” sobre los precios a los que se transan las divisas.
Por ello, más que como un evento de mercado, la devaluación debe ser interpretada como una acción de política. Pero no una que procura compensar los aranceles estadounidenses pues una devaluación de algo más de 2% no contrarresta una subida de 10% de los impuestos a las importaciones, mucho menos las tasas de 25% introducidas hace meses para numerosas mercancías, sino una que, ante todo, envía un mensaje: China no se quedará de brazos cruzados, responderá a Estados Unidos con las armas que tiene, y eso incluye el tipo de cambio.
Está diciendo, además, que no sólo es Estados Unidos quien está perdiendo la paciencia por la ausencia de resultados en las negociaciones sino también China. Eso no es de buen augurio para el futuro inmediato de la economía mundial. Está quedando claro, que, a más a largo plazo, China no aceptará un acuerdo mediante el cual Estados Unidos obtenga, en lo fundamental, lo quiere. Ninguno de los países está logrando nada sustantivo, ambos están perdiendo y están arrastrando a todo el mundo.
En respuesta a la devaluación, Estados Unidos declaró a China como un país manipulador de su divisa. Aunque esto no tiene efectos concretos inmediatos, sino que abre un período de consultas e investigaciones, subió el tono de la discusión.
Bajando las tensiones ante riesgos más altos
A pesar de eso, el BPC procuró bajar las tensiones y no fue más lejos con su movida. La devaluación terminó siendo modesta y anunció que un tipo de cambio de referencia de poco más de 7 yuanes por dólar, con una fluctuación de 2% hacia arriba o hacia abajo.
Y es que, aunque China dio el paso, está consciente de los riesgos que entraña un uso activo de la política cambiaria, tanto para sí misma como para el resto del mundo.
Ciertamente, la depreciación de la moneda abarata las mercancías que exporta el país y eso contribuye a contrarrestar los aumentos de los impuestos a los que las mercancías estén sujetas en los mercados de destino y a impulsar las exportaciones en general. Sin embargo, para China y para el resto del mundo, la devaluación tiene efectos negativos y riesgos importantes. Veamos al menos cinco.
Primero, encarece todas las importaciones de China producidas en Estados Unidos o en países con monedas atadas al dólar. El encarecimiento de las importaciones de insumos de empresas chinas incrementa los costos de producción y reduce su competitividad de precios en los países cuyas monedas no se hayan revaluado frente al yuan. Además, al encarecer las importaciones de bienes terminados, afecta el consumo de la población china de productos importados.
Segundo, incrementa los riesgos de fuga de capitales en China, lo cual puede ser una fuerza desestabilizadora importante, a pesar de los controles del BPC. Si se percibe mucha agresividad de parte del BPC en su postura de debilitamiento del yuan, se pueda generar una estampida cambiaria que salga de control.
Tercero, como resultado del incremento en la percepción de riesgo, las monedas de las llamadas “economías emergentes”, esto es, de los países en desarrollo que son más grandes como México, Brasil o Turquía, se debilitan. Los tenedores de activos en denominados en las monedas de esos países procuran deshacerse de ellos y convertirlos a activos en dólares. Esto incrementa las presiones inflacionarias en esos países. El Instituto Internacional de Finanzas, una entidad de agrupa a numerosos bancos en el mundo, estimó que, como reacción a la devaluación del yuan, en apenas cuatro días salieron de esos mercados 6,800 millones de dólares. Los riesgos de una inestabilidad generalizada todavía son bajos, pero son reales.
Cuarto, se fortalece el dólar porque los inversionistas corren detrás de los activos denominados en esas monedas, como los Bonos del Tesoro de Estados Unidos, en la medida en que los sienten más seguros. Esto afecta negativamente las exportaciones de ese país y estimula sus importaciones, incluyendo las que llegan de China, precisamente lo contrario del objetivo del gobierno de ese país. También recurren al oro, lo que hace subir su precio.
Quinto, las exportaciones hacia China se dificultan porque la devaluación del yuan las encarece. Esto es particularmente relevante para países exportadores de materias primas como los de América Latina porque China es un importante demandante en el mundo de este tipo de productos.
En la República Dominicana…
En la República Dominicana los efectos de una continua devaluación del yuan pueden ser los siguientes.
Primero, las importaciones originarias de China, que alcanzan unos 2,500 millones por año, se abaratan. China es el segundo origen más importante de importaciones del país. Eso podría ser una buena noticia para los consumidores y las empresas importadoras de productos de consumo. Para las empresas que compran insumos en China también lo es, pero las que compiten con importaciones chinas, ya sea que produzcan o importen desde otros orígenes, se verían perjudicadas.
Segundo, las esperadas exportaciones hacia China, así como el influjo de turistas desde ese país no llegarán tan pronto como lo esperado porque los precios de los bienes y servicios nacionales medidos en yuanes subirían.
Tercero, sólo considerando el efecto de la devaluación, sería más difícil competir con productos chinos en el mercado estadounidense. Por esa misma razón, el país se volvería menos atractivo para los inversionistas chinos que busquen instalarse en el país para procesar mercancías para exportar desde acá a ese mercado y así circunvalar los aranceles recién impuestos.
Cuarto, tal como ha acontecido recientemente, el precio del oro subiría pues es uno de los refugios del dinero en tiempos de incertidumbre. Esto se traduce en mayores ganancias para las mineras en el país y para el fisco.
Quinto, igual que sucedió recientemente en mercados emergentes, una incertidumbre acrecentada podría empujar a los inversionistas con activos en pesos a liquidarlos para convertirlos a activos en dólares. Esto pondría al peso dominicano bajo presión porque la demanda de divisas crecería. Eso podría obligar al Banco Central a subir las tasas de interés para incentivar la tenencia de activos en pesos e impedir así la fuga súbita de capitales en un momento donde lo que está haciendo es precisamente lo contrario: bajar las tasas para reanimar el crecimiento. Esto puede poner a las autoridades en el difícil dilema de optar entre estabilidad con poco crecimiento o crecimiento con alguna inestabilidad.
Es evidente que un escenario de depreciación continua y agresiva del yuan en respuesta a la intimidación permanente de Estados Unidos es muy riesgoso para todo el mundo. Detener la escalada y estabilizar el conflicto parece estar en el mejor interés de la economía global, y de la de Estados Unidos y China en particular.