Si alguien tenía dudas sobre la cantidad de gente irrespetuosa que hay en República Dominicana y la falta de amor por el país, con el caso de la desaparición de Sudiksha Konanki, una estudiante de medicina estadounidense de origen indio, seguro ya las despejó.

Ha quedado claro que a muchas personas poco les importa llevarse el país entre las patas, lanzando al ruedo especulaciones de todo tipo -bajo la sombrilla de contar con datos “certeros”- y utilizar para ello las redes sociales y medios de comunicación.

No se trata de cualquier tema; estamos hablando de una joven que vino a disfrutar de unas vacaciones y de los encantos turísticos de República Dominicana y que ha desaparecido, sin que haya podido determinarse qué ocurrió con ella y cuál es su paradero. Lo mínimo que debemos esperar es que las autoridades investiguen a fondo, en vez de soltar todo tipo de informaciones infundadas, con la maliciosa intención de ganar seguidores en redes sociales y engrosar la audiencia a costa de una tragedia.

Con este caso, penoso por demás, se revive la interrogante respecto a lo positivo o perjudicial que ha sido abrir espacio a gente que no debería tener ninguna forma de exposición al público; ninguna, por carecer de los elementos y del rigor que deben acompañar a quien comunica. Aquí el interés no es sano, no se busca mantener a la población al tanto de lo que ocurre, se busca simplemente obtener ganancias personales. Y es hasta entendible, porque en muchos casos es gente que vino a “buscársela” como sea en estas plataformas, incluido el chantaje en ocasiones. Qué pena, qué vergüenza.

República Dominicana tiene una importante dependencia de los generadores de divisas, incluido el turismo, un sector que el pasado año tuvo ingresos por unos US$10,974.4 millones, con proyección de alcanzar en 2025 los US$11,400 millones. De más está recordar que debemos cuidarlo, especialmente porque aquí vivimos nosotros y viven nuestros hijos y demás familiares.

Todos estamos preocupados por Sudiksha Konanki; incluso por Joshua Steven Riibe, norteamericano, y el último en ver a la joven veinteañera en una playa de Punta Cana, antes de su desaparición. Queremos que todo se aclare, pero especulando, inventando diabluras y planteando todo tipo de hipótesis no vamos a sumar nada. Dejemos que la investigación siga; cuidemos la intimidad de las personas, cuidemos el turismo, cuidemos el país, cuidemos la imagen de República Dominicana.

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