Todo el país político fue constitucionalmente convocado por la Junta Central Electoral (JCE) a participar en un proceso electoral municipal que debió celebrarse normalmente el pasado domingo 16 de febrero, votando de manera electrónica en las grandes demarcaciones y de manera manual en las pequeñas demarcaciones, y para el cual todos los candidatos a alcaldes, a directores municipales, y a regidores, tanto del partido de gobierno, como de partidos de oposición, construyeron positivas expectativas propias de toda competición.
Se entendía que la JCE había hecho todas las coordinaciones tecnológicas, administrativas, logísticas, operativas y económicas para que ese costoso proceso electoral municipal fuese exitoso desde el principio hasta el final, y que pocas horas después de concluido el proceso de votación se emitirían los boletines oficiales que establecerían, sin lugar a dudas, quiénes habían ganado en cada demarcación, porque casi todos los candidatos habían gastado todo el dinero que tenían, y hasta el dinero que no tenían, apostando a ganar, pero, sobre todo, porque muchos ciudadanos entendían que esos resultados electorales municipales se convertirían en un válido indicador, que todos podríamos tener, sobre la correlación entre las fuerzas políticas que hoy compiten por el poder, lo que evidentemente influiría en los resultados electorales de mayo, porque en nuestro país hay cerca de un 20% de voto flexible, o flotante, que vota a favor del posible ganador, simplemente para sentir el placer personal de ganar al votar.
Pero, de manera sorpresiva, siendo apenas media mañana del concurrido día electoral municipal, con filas repletas de gente que se levantó temprano a votar, el presidente de la JCE anunció la suspensión del proceso de votación, debido a que en muchas computadoras del sistema de votación electrónica algunas boletas no estaban subiendo al sistema operativo, mientras en otras computadoras no estaban subiendo ningunas de las boletas de selección, en una acción que ha generado el enojo de casi toda la población que, al no recibir una inmediata y convincente explicación por parte de la JCE, ha entendido que pudo tratarse de un sabotaje al voto electrónico y al proceso electoral, y que ese sabotaje pudo ser ideado, diseñado y ejecutado por sectores políticos que estarían apostando a someter al país al peor caos electoral que hayamos vivido desde aquella famosa crisis electoral del año 1994, sabiendo el país social que en toda crisis electoral no hay nada casual, especialmente cuando hay líderes políticos que prefieren el caos electoral total y no la deshonra de una votación marginal que demuestre una debilidad que en política nadie quiere aceptar.
Este total fracaso electoral ha demostrado que la JCE no estaba debidamente preparada para organizar y llevar a feliz término un proceso electoral que estaba dividido en voto manual para pequeñas demarcaciones y voto electrónico para grandes demarcaciones , sabiendo el país político que esa rara decisión fue adoptada por la JCE para tratar de complacer salomónicamente a todos los actores políticos, es decir, complacer a quienes favorecían el voto electrónico y al mismo tiempo complacer a quienes objetaban el voto electrónico, sin percatarse de que al tomar esa decisión se estimulaba un resentimiento que afilaría punta de espuela para introducirla en el cuello del proceso electoral hasta lograr una hemorragia total que le hiciera colapsar, sobre todo porque se ha sabido públicamente que unas 24 horas antes de iniciar el proceso de votación ya la JCE, y los principales líderes políticos de oposición, tenían conocimiento de las graves fallas en los sistemas electrónicos de votación, y que no se las comunicaron a la nación, fallas que podían ser corregidas a tiempo si la JCE hubiese estado preparada para salir bien de cualquier contingencia. Pero no lo estaba.
Sin embargo, el combustible que hoy atiza el fuego social, es la cuasi indiferencia total exhibida por una Junta Central Electoral que ha seguido su proceso operativo normal, demostrando, ante el país social, que no se han estado haciendo todos los esfuerzos exigidos para identificar los responsables del fracasado proceso electoral municipal, incluyendo posibles asociados internos y externos a la JCE, y hasta políticos que pudieran tener responsabilidades directas o indirectas, porque la cepa de ese virus venía incubándose desde hacía meses, y por tal razón, desde el pasado lunes, cada tarde la JCE se está viendo acosada por miles de jóvenes que le exigen una explicación que esa institución está en el deber de dar, pero que aparentemente está rehuyendo dar, quizás por saber más de lo que la prudencia permite hablar, o quizás para que el país político y el país social no caigan en un caos que a todos nos pueda afectar, óigase bien, a todos, y esa es la válida razón por la cual el Gobierno ha solicitado a la Organización de Estados Americanos (OEA) realizar una auditoría que identifique las fallas, y los responsables de esas fallas, solicitud que ya ha sido aceptada por la OEA en ánimo de encontrar las respuestas que exige una sociedad disgustada, por lo que ahora procede permitir que la OEA haga su trabajo total sin ningún tipo de ruido ambiental, y esperar que el resultado de la auditoría final sea diáfano, y convincente, para tranquilidad de la gente, incluyendo la tranquilidad de todos los candidatos.