Quizás el hecho de que la presente pandemia de coronavirus sea la primera pandemia vivida por las últimas tres generaciones de nuestra sociedad, y quizás el hecho de que la política del presente sea cada día más emocional y menos racional, ha llevado a muchos dominicanos, activos en un escenario político electoral que ya entra en su recta final, a desimportantizar los indiscutibles efectos mortales de una pandemia que todavía no da señales de terminar, para importantizar conveniencias electorales, nada racionales, dejando casi en solitaria la debida prudencia sanitaria.
Todos reconocemos que en una competencia política electoral todo partido político con posibilidad real de ganar hace sus mejores esfuerzos para llegar a la meta ocupando el primer lugar, lo cual es legítimo, es válido, y es totalmente racional, pero lo que no es nada legítimo, ni tampoco es racional, es boicotear políticamente en el Congreso Nacional la extensión de medidas restrictivas que buscan limitar el avance de un virus que todos sabemos que no es local, sino mundial, poniendo así en peligro la salud general, simplemente porque se quiere priorizar una apertura social que, más que de interés general, es de interés partidario particular, enviando a la sociedad un confuso mensaje de que la salud general está supeditada a objetivos electorales particulares, y que en procura de objetivos electorales particulares se puede exponer a la gente a sufrir peligrosas y mortales enfermedades, lo cual no es político, ni es ético, ni es moral, ni es racional, indistintamente de las razones que cualquier político pueda alegar.
La República Dominicana muestra un récord de 2,154 nuevos contagios en los últimos 4 días, pero para que no se argumente que las cifras locales no son reales veamos que la prensa internacional de este pasado fin de semana muestra que los últimos 18 días han marcado récord diarios globales en cantidad de contagios, con un máximo de 142,112 nuevos casos registrados este pasado viernes, y casi 550 mil nuevos casos en los últimos 4 días de esta pasada semana, y observemos cómo en Costa Rica, en Arabia Saudita, en Irán y en Pakistán ahora tenemos rebrotes luego de entrar en segundas y terceras fases de reapertura social y comercial, y observemos cómo en los estados de Arizona, Arkansas, California, Carolina del Sur, Florida, Tennessee, Texas y Utah, el fin de semana largo del “Memorial Day”, del 25 de mayo, ha sido considerado por expertos sanitarios como un detonante de rebrotes que ahora han disparado los casos, preocupando a las autoridades de los Estados Unidos y a la Organización Mundial de la Salud.
En fecha 6 de abril 2020 publicamos un artículo en elCaribe donde decíamos que la pandemia de la COVID-19 estaba adquiriendo categoría de desastre natural, y 2 semanas después (21 de abril) la Comisión Económica para América Latina y el Caribe publicó un informe planteando que “La pandemia impacta a las economías de América Latina y el Caribe a través de factores externos e internos cuyo efecto conjunto conducirá a la peor contracción de la actividad económica que la región haya sufrido desde que se iniciaron los registros en 1900”, y eso es lo suficientemente claro como para pensar bien todo lo que vayamos a hacer, porque todavía no hemos terminado de ver los efectos primarios de esta pandemia, y ya luego vendrán los devastadores efectos económicos secundarios, pues la caída en el producto interno bruto de las principales naciones del mundo ha sido brutal, y eso se ha de reflejar en una gran recesión económica que ha de limitar los ingresos por turismo y remesas, lo que en el mediano plazo será difícil de superar.
Esto implica que un desastre natural debe ser manejado como tal, pero muy especialmente cuando se trata de un desastre natural sanitario, indistintamente de perjuicios políticos o económicos, pues nadie, absolutamente nadie, puede culpar a ningún país de ser responsable de un virus que entró inadvertidamente a través de puertos y aeropuertos, ni censurar a un determinado gobierno por asumir la responsabilidad de proteger la salud de la sociedad, sobre todo sabiendo todo el mundo que si usted hubiese sido gobierno hubiese tomado las mismas medidas, porque las circunstancias obligan, y basta observar el caso de Estados Unidos, donde el liderazgo político subestimó el virus y ya tienen más de 2 millones de contagios y casi 120 mil muertes que nadie hubiese deseado, y luego ver el reflejo del espejo de Brasil, donde el mismo error político de subestimar el virus ha llevado a ese país latinoamericano a ocupar el nada envidiable segundo lugar en contagios y muertes, al totalizar casi 900 mil contagios y casi 45 mil muertes.
El verdadero líder político piensa primero en los intereses de su pueblo, sobre todo cuando se está hablando de la salud de la gente, porque sabe que siempre será pecaminoso pretender colocar el interés político particular por encima de la salud general, pero hay dirigentes políticos que por vivir siempre en pandemias políticas no alcanzan a ver eso, ni entenderán eso hasta ver los resultados negativos de ser protagonistas de acciones antagonistas consideradas por la sociedad como falta de prudencia y falta de sensibilidad. Anótenlo.