Uno de los cambios positivos que nos dejó la pandemia del período 2020-2022, fue la reconfirmación del turismo como una de las columnas principales y fuente de prosperidad, desarrollo económico y social del país, y mecanismo de diversificación de mapa productivo y su componente humano.

La economía tradicional se ha beneficiado, pero también han surgido miles de nuevos actores grandes, medianos, pequeños y pequeñitos que participan del pastel. Además, nos aporta una interesante cantera de empleos, exigente para quienes se integran, pero mucho más atractivos que la oferta tradicional que primó hasta los años noventa, incluida la primera generación de empresas de zonas francas.

Uno de los aspectos interesantes del turismo, que en el renacer post pandemia se fortalece y amplía su espacio, es la diversificación de la oferta que implica, entre otras cosas, una importante revalorización del aporte que corresponde a la cultura local, a la expansión del territorio o para el disfrute turístico, que demanda el impactante crecimiento de las llegadas (principalmente por vía aérea) y de visitantes en la creciente visita de cruceros a los puertos existentes (Puerto Plata, Santo Domingo y La Romana), y lo que se espera de los que están en desarrollo (Cabo Rojo, Santa Bárbara y Arroyo Barril, estos dos últimos en Samaná).

Está creciendo el espacio para el turismo, que se apresura a incorporar nuevas zonas. Es el caso de Miches (en el Este) que se suma a Punta Cana; Punta Bergantín, junto a Montellano, que viene a fortalecer a Puerto Plata y la Costa Atlántica y Cabo Rojo (en el sur profundo, fronterizo), que impactará Barahona y las provincias vecinas. Baní está dando pequeños pasos, pero no pasará mucho tiempo, sin que la semilla sembrada en Puntarena, Sabana Buey, se multiplique en esta muy provincia, organizada y socialmente fértil.

La diferencia y lo que hace interesante el turismo como fuente de desarrollo para una región o un país, es que es una actividad integradora. No puede existir al margen del resto de la sociedad, no puede sustentarse en un modelo de enclaves, porque su principal abono lo aporta la gente que puebla su territorio. Además, se nutre de la cultura local y para existir y multiplicarse tiene que alimentarse del entorno. El turismo no crece, no prospera, si en vez de asimilar lo propio del territorio, choca con ello.

Quienes nos incorporamos temprano, en los años setenta, al proceso de implantación del turismo, somos testigos de cómo el hotel asilado del entorno, terminó asimilándolo; los proyectos de espaldas a lo local abrieron sus puertas, y de la depredación ambiental, avanzamos en el reconocimiento de que los recursos naturales debe preservarse, porque sin ellos la industria turística no tiene futuro.

Es un interesante proceso. Para estudiarlo, para aprender. Para sembrar sus enseñanzas en todo el territorio y reproducir el turismo como fuente de desarrollo. También como ejemplo para alimentar el cambio necesario y hacer más positiva la relación empresa-sociedad. La empresa turística ha aprendido mucho con nosotros y el país mucho más con ella. ¡Celebrémoslo! Por eso somos líderes y este es hoy el más potente motor de nuestro desarrollo.

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