De amigos aprendí solidaridad, admiración, seguimiento; de adversarios, defensa, estrategia, simulación, heroísmo; de fracasos, lecciones, ideales, justicia; de aliados, traición, auxilio, unidad; de triunfos, crítica, valoración, apoyo; de sueños, perseverancia.
Del líder nada he podido aprender. Como personaje del drama social, el líder político nuestro, en contraste con Hamlet en su monólogo, usa la naturaleza del hombre y las cosas para permutar la verdad por expresiones personales, transmutar ideales por paradigmas, sustituir felicidad por propiedad, sabiduría por erudición, experticio por fama, bienestar por consumo. Por ello su filosofía de impacto y su urgencia de entrevista. Ocupar primeros planos es el ideal.
Un líder acusa al Presidente de apoyar a prevaricadores y se le responde que diga quiénes son. Para ambos, el propósito es ocupar primera plana. La obligación del primero, presentar denuncia o querella formal a las instituciones judiciales provocando la apertura de un proceso, no se da, pues no menciona culpables. Así que, no denuncia, solo miente.
Del otro actor, la respuesta es inmediata: “que diga quienes son los ladrones o cómplices,” como si no supiera que una respuesta podría hasta terminar la carrera política de su adversario, con su sometimiento a demandas civiles y criminales engendradas por la respuesta. Tampoco hubo defensa.
Somos solo auditorio de actuaciones de rol, en simulaciones de diatribas por protagonistas que ocupan durante días titulares de nuestros medios de comunicación, que son compelidos a convertir bazofia en titulares sensacionalistas por sentirse obligados a dar espacio a estos farsantes, por sus estaturas económicas, financieras, civiles o políticas, o por temor al chantaje económico.
Para la nación dominicana, entregar tan valioso activo, más que afirmarlas, viola las libertades constitucionales. Talvez podría evitarse la práctica si el medio demanda la entrega del fardo de pruebas, o exige la exención de responsabilidad civil y criminal para el medio y sus empleados y que la declaración aparezca como espacio pagado.
El partidarismo nos conduce como borregos, nos hace ver enemigos hasta en la sopa, nos hace creer que las diatribas partidarias tienen como propósito la salvación nacional y sustituye razón por seguimiento.
El objeto del político dominicano nunca ha sido discutir ideales ni planes, ni integrar ni conciliar propósitos, proyectos o programas, para que la gente progrese. Muy por contrario, siempre ha sido la actuación del político de la oposición, la de poner trabas a las ejecutorias del gobierno de su adversario para que sus éxitos se perciban como fracasos.
Tenemos que empezar a reclamar de nuestros líderes una conducta de servicio a la nación, en vez de una que se sirve del dinero, del estatus, de los negocios y de falso protagonismo en nombre del bienestar nacional.