En estos tiempos las redes sociales y la falta de valores en la sociedad, han influido de manera perjudicial en muchas personas, hasta el punto de que se ha desatado un afán enfermizo en muchos, con el fin de alcanzar la mayor cantidad de likes en sus publicaciones, y de lograr hacerse rico en un abrir y cerrar de ojos.

Estos son tiempos de lo inmediato, de lo fácil, de lo que no se piensa y de lo que quiere resultados rápidos. Los jóvenes de hoy, en parte, han perdido el sentido de la realidad y viven un mundo de fantasías y sueños absurdos, que les sustraen o les cercenan su verdadera identidad. Hoy día la mayor parte de los seres humanos, y muy especialmente los jóvenes, vivimos asediados por la presión que las sociedades consumistas nos bombardean a cada momento. Como decía, hay un afán excesivo y desmedido por la acumulación de riquezas sin límites, sin medir las consecuencias que se puedan derivar de esa situación. Vivimos en un mundo donde la apariencia y el figureo le han quitado el valor real a nuestros corazones y a nuestras acciones. Existe un desmedido afán por las riquezas y por las apariencias. Por los likes, por la adulación y el figureo.

Ese afán es, de alguna manera, uno de los responsables principales de la tanta delincuencia y criminalidad que cercena nuestros jóvenes. Y aunque hoy día es muy común, esa ha sido una característica que ha primado en los seres humanos desde los tiempos bíblicos. En el famoso sermón del monte de Jesús, hay una referencia directa a esa situación y cómo los cristianos debemos saber enfrentarla, para no caer en las garras de ese mal que nos hace perder las perspectivas, nos lleva por malos caminos y transforma la razón de nuestra existencia.

En el capítulo 6 versículo 24 del evangelio de Mateo, el maestro Jesús expresa con profunda precisión lo siguiente: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. Y esa es una gran verdad, pues no se puede servir y agradar a dos elementos contradictorios y distantes. Dios debe y tiene que ser siempre, el elemento central y primordial de nuestras vidas, sin importar cuál sea la realidad que estemos viviendo, pues solo Dios es la mayor esperanza para encontrar solución a todas nuestras situaciones y darle sentido a nuestras vidas.

Y no es que sea malo tener riquezas y trabajar para obtenerlas. Lo malo es que esas riquezas nos tengan a nosotros, nos dirijan, nos controlen y nos lleven a actuar como enfermos-adictos del dinero y del poder. Dios no puede ser sustituido por nada ni por nadie. No existe riqueza en este mundo que se equipare a lo que Dios nos da a cada uno de nosotros. Por eso es que Jesús en ese capítulo 6 del evangelio de Mateo, en los versículos del 25 al 31, dice que no debemos estar afanados ni preocupados por lo que vamos a comer o vestir en el día de hoy, pues Dios se encargará de todo eso, si nosotros estamos acordes y en sintonía con su propósito en nuestras vidas.

Jesús dice que miremos las aves del cielo que no siembran, no cosechan ni recogen comida en los graneros, sin embargo, nuestro Dios les garantiza su sustento. De igual manera debemos actuar nosotros, dejar atrás el afán y la preocupación y entregarnos en cuerpo, alma y espíritu a ese Dios que nos creó, y es nuestro Padre Celestial por siempre y para siempre. Con esa visión tan precisa y tan esperanzadora que Jesús siempre tuvo, culmina su mensaje en ese aspecto dando una de las más hermosas y eternas enseñanza para todos nosotros, la cual está contenida en los versículos 33 y 34 del capítulo 6 de evangelio de Mateo, cuando dice: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”

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