Fue en los días de Andrés Navarro como ministro de Educación (por allá 2017-2018) que cogió vuelo eso de la Revolución Digital y se entregaron decenas de miles de computadoras a profesores y estudiantes. Nadie objetó esa vez que llegara la tecnología a las aulas, un salto cualitativo que mal entendido podría perjudicar el desarrollo integral de los alumnos y el proceso enseñanza-aprendizaje. Hoy, Día Mundial del Aprendizaje Digital, debiera hacerse un balance realista de cuán ha aportado un recurso que implicaba un mínimo de esfuerzo y que vino a obviar la cabeza. Quizá habría que añorar, al menos en la escuela pública, la tiza y el pizarrón, y hay quienes van más lejos al invocar el “reglazo”, porque si no se piensa lo que se hace, no hay aprendizaje.

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