La economía define el dinero como un medio de pago. En forma de billetes, monedas, tarjetas de crédito o transferencias, el dinero se usa para comprar alimentos, medicina, propiedades, vestidos, educación… compañía.

Visto de esa manera luce sencillo.

Pero el dinero es mucho más que eso. Detrás del uso que le damos hay una profunda complejidad emocional, vinculada a las familias que nos criaron, nuestras carencias en la infancia (o sobreabundancia), nuestros traumas, las historias que nos contaron sobre su posesión (si la asociaron con culpa o vergüenza, o con orgullo y celebración), nuestros miedos, nuestros más grandes anhelos…

Para el que fue extremadamente pobre, el dinero es un asunto de vida o muerte. El que se crió en la extrema opulencia no puede concebir que se viva de otra manera. La misma diferencia abismal está entre los que perdieron todo en una guerra y los que no, y los que tuvieron un padre banquero (y desde pequeños oían hablar de inversiones y tasas de interés) y los hijos de un pastor abanderado de la austeridad.

Para unos el dinero satisface lo básico y con eso se conforman. Para otros, significa la seguridad de su familia, su mayor tesoro.

Los hay también que valoran su uso en la adquisición de objetos tangibles (mansiones, yates, carros lujosos), cuando otros prefieren construir recuerdos con experiencias memorables (viajes exóticos, fiestas exuberantes…).

Los hay también que valoran su uso en la adquisiciòn de objetos tangibles (mansiones, yates, carros lujosos), cuando otros prefieren construir recuerdos con experiencias memorables (viajes exóticos, fiestas exhuberantes…).

Y los hay pacientes, con compás de espera de los frutos de sus inversiones, mientras otros son unos desesperados.

Ninguno está loco. Simplemente se relaciona de manera diferente con el dinero, porque su mente está condicionada por su historia personal.

En el mundo de la ingeniería o la medicina es imposible que alguien que no haya estudiado esa carrera sea capaz de construir un puente o practicar una cirugía.

Pero precisamente por el componente emocional, el mundo financiero es otra cosa. Muy particular e impredecible.

Es tan poderosa la emoción en sus cuestiones, que vemos auténticos reyes midas, genios de las finanzas que fueron capaces de amasar grandes fortunas, volverse pobres…y ciudadanos ordinarios sin grandes talentos terminar sus vidas con una posición económica privilegiada. El primero necesitaba exhibir… y creyó que con eso compraba aceptación y admiración…el segundo tenía una mirada más prudente y serena de sus gastos. Quizá porque se concentraba en su propio cuento, y su bienestar no dependía del aplauso de nadie.

Puede parecer insólito…pero quién sabe el amor que le faltó en la infancia a aquél que todo despilfarró para tratar de encontrarlo.

Algo parecido ocurre cuando los muy pobres se gastan lo poco que tienen jugando lotería.

Los criticamos por irracionales…pero pasamos por alto que en ese pequeño momento se imaginan ricos. Y, simplemente, son felices…

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