En esta semana escuché un niño preguntar a su padre en repetidas ocasiones “¿por qué…?”. En medio de la compra del supermercado, su progenitor lucía un poco desesperado. Para calmar sus nervios le dije:
–¡Inteligente, el niño!

No me entendió y pasé a explicarle que la pregunta es la fuente más importante del conocimiento. Aquel que no pregunta, se pierde de muchos aprendizajes.

En la época de los influencers veo a tantas personas no preguntar. Solo se dejan llevar como manada dócil. Creen lo que les dicen; sin darse analizar, siguen lo que les muestran y hacen lo que otros desean que hagan.

Desde compras hasta creencias son inculcadas apelando al sesgo de la autoridad. Alguien con dotes de orador se gana la autoridad y somos capaces de creerle sin preguntar. Luego nos solicitan, sin que nos demos cuenta, que seamos obedientes.

Tengo un problema profundo con la obediencia. Creo que no debemos ser irrespetuosos, pero obedecer ciegamente es algo que nunca me ha convencido.

Un niño que pregunta “¿Por qué?” debe ser tomado muy en cuenta, solo quiere aprender. Si no quiero que me pregunte, el problema lo tengo yo y debo resolverlo. Decirle mentiras para salir del paso no lleva a conseguir autoridad, sino todo lo contrario. Te explico.

Imagina que entras a trabajar en una empresa nueva y quien te entrena te responde una pregunta con una respuesta que no es válida. ¿Qué pensarás de la persona cuando descubras que no es cierto?

Yo comienzo a poner en duda todo lo que me ha dicho. Y si descubro que lo hizo para salir de mí o hacerse el sabio, las consecuencias son más profundas aún. Lo mismo pasa con un niño cuando le mentimos por no responderle con asertividad.

Lo que deseo dejar aquí es esa llama encendida de preguntar lo que no sabemos. ¿Prestarás atención hoy a lo que pasa a tu alrededor y preguntarás?

“¿Por qué?” no es una pregunta, es una puerta a la sabiduría.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas