Quienes dan seguimiento al clima global saben bien que conforme a los registros térmicos llevados desde 1880 por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el año 2014 marcó el récord de la más alta temperatura global, a seguidas el año 2015 superó el récord del año 2014, de inmediato el año 2016 superó el récord del año 2015, luego el año 2017 quedó equilibrado con el año anterior, y como demostración vimos que en septiembre del año 2017 las tormentas tropicales Harvey, Irma y María subieron rápidamente a poderosos huracanes mayores, y entre los 3 fenómenos meteorológicos consecutivos las pérdidas económicos alcanzaron 306 mil millones de dólares, constituyendo la secuencia meteorológica más desastrosa de la historia de nuestra región.
En ese mismo orden de ideas, en el año 2018 la OMM confirmó que mayo del 2018 fue el mayo más caliente desde que se tienen registros en Europa, pero luego, en el año 2019, la OMM reportó que las temperaturas de la superficie terrestre y marina en junio 2019 fueron las más altas jamás registradas, porque en el oeste y el centro de Europa se presentaron olas de calor sin precedentes, con temperaturas diarias de hasta 10°C más altas de lo normal, y que 9 de los 10 junios más cálidos de la historia se han producido desde el año 2010, completando con el anuncio del Servicio Europeo de Cambio Climático de Copernicus de que octubre 2019 fue el más cálido jamás registrado en el mundo, y que se trató del quinto mes consecutivo que marca un récord de ese tipo, porque octubre de 2019 fue 0.63 ºC superior a la temperatura media del período 1981-2000, lo que explica los efectos devastadores del monstruoso huracán Dorian que el 1ro de septiembre de 2019 impactó a las Bahamas como huracán categoría 5, con vientos máximos sostenidos de 295 kilómetros por hora y ráfagas de más de 354 kilómetros por hora, manteniéndose estacionario sobre las islas durante 40 horas y generando las peores destrucciones e inundaciones de su historia.
En este año 2020 la Oficina Nacional de Meteorología ha comunicado que las temperaturas desde el primero de marzo hasta el 14 abril han establecido nuevas marcas de calor en 43 localidades de nuestro país, donde Santo Domingo pasó de una temperatura récord anterior de 32.8°C a 33.5°C, la más alta de los últimos 39 años, y que el aeropuerto de Las Américas tenía un récord de 33.9°C y el pasado abril marcó 36.6°C, mientras en Punta Cana la máxima temperatura se había alcanzado hace 27 años con 33.3°C, pero en abril pasado alcanzó un nuevo récord de 36.6°C, calor que es sentido muy fuerte en la tierra, pero el océano lo siente mucho más debido a que los océanos acumulan el 90% del exceso de calor expulsado por los gases de efecto invernadero, y absorbe la cuarta parte del dióxido de carbono que se lanza a la atmósfera, y aunque los océanos actúan como protectores para evitar que haya temperaturas más altas en la atmósfera, ese calor excesivo de los océanos aporta mucha energía a las tormentas y huracanes tropicales.
A todo lo anterior se suma el hecho de que este año 2020 va en camino a desarrollar un fenómeno moderado de La Niña, y siempre que tenemos el fenómeno de La Niña hay resequedad en el océano Pacífico porque la mayor cantidad de vapor de agua se concentra en el océano Atlántico, y es por eso que la data histórica refleja que en los últimos 10 períodos de La Niña la cuenca del Atlántico ha tenido un promedio de 14 tormentas por año, de las cuales la mitad alcanza la categoría de huracanes, siendo esa data la que sirve de soporte a los modelos matemáticos que establecen que en esta temporada de huracanes, que comenzó el pasado 16 de mayo con la tormenta Arthur, y siguió en la pasada semana con la tormenta Bertha, se esperan entre 14 y 20 tormentas tropicales en el Atlántico, de las cuales la mitad, entre 7 y 11, podrían evolucionar a huracanes, lo que presagia una de las temporadas ciclónicas más peligrosas de la historia con fuertes cargas de vientos y de lluvias, y una de las más difíciles de manejar por encontrarnos en medio de la pandemia del peligroso coronavirus, el cual ya ha contagiado a 17,000 personas y ha causado 500 muertes en RD, siendo un desastre natural sanitario que supera a cualquier desastre natural climático.
Y son esas variables climáticas y sanitarias, nunca antes combinadas, las que tornan a esta temporada ciclónica en la más peligrosa de los últimos 100 años, por lo que desde ya la República Dominicana, y todas las islas del Caribe, deben comenzar a prepararse adquiriendo suficientes reservas de mascarillas, guantes, gel antiséptico, agua, alimentos enlatados y medicamentos genéricos básicos, identificando todas las áreas susceptibles de inundación por desbordamientos de corrientes fluviales o por vertido de represas, y triplicando la cantidad de refugios, porque en medio de esta pandemia el distanciamiento de 2 metros es obligatorio entre personas, por lo que ahora la capacidad de los refugios se reduciría a la tercera parte, sabiendo que cualquier mal manejo en los refugios podría generar un brote epidémico general que desde ahora debemos evitar.