Aporofobia, así llama Adela Cortina al prejuicio sobre una persona por ser pobre. No es xenofobia, es asumir el principio que han consensuado la Sociología y la Antropología de clasificar a los seres humanos en categorías; de primera, de segunda, de tercera y un amplio etcétera. Se entiende a los migrantes no documentados como ciudadanos más allá de tercera. Quien migra se entiende como el ser más vulnerable por razones de idioma, economía, rechazo, inseguridad y una retahíla de óbices que dejo a la imaginación.
Zygmunt Bauman escribió “Strangers at our door”, obra breve que analiza el impacto moral, orígenes y pánico del fenómeno migratorio. Es respuesta a la propuesta de Cosmopolitismo propuesta por Cortina. Allí, Bauman retrata, desde otro hemisferio, la realidad de las relaciones domínico/haitianas.
¡Cuánto orgullo con su firmeza, Canciller! En esa firmeza debe ser tomada en cuenta la dignidad como valor supremo de los seres humanos al momento de aplicar los protocolos de repatriaciones. Firme, con el compromiso de la Comunidad Internacional de ayudar a restaurar los daños en Haití. República Dominicana lo ha dado todo, sobre todo, cuando se da de lo que no se posee, el valor de lo dado es mayor, y ya República Dominicana no puede más. El gobierno dominicano no puede aceptar el insensato llamado a detener las repatriaciones, pues esto sería el equivalente a declarar una frontera abierta, incentivando una mayor migración irregular al país. Asentimos con la afirmación, pero manteniendo los protocolos de dignidad referidos.
De acuerdo en que la violencia desbordada en Haití puede pasar de las fronteras nacionales y llegar a nuestro país. Esa es una asignatura de la cual hemos pasado los dominicanos con notas sobresalientes, no podemos dar vuelta atrás. Y, por último, la crisis que arropa a Haití es su responsabilidad.