En estos convulsos tiempos de conflictos -caso Ucrania-Rusia, o Israel-Palestina, y por supuesto en una infinita menor medida el caso Haití-República Dominicana- muchos de los argumentos para explicar esas crisis son de carácter histórico. Más allá de los momentos álgidos, no conozco explicaciones sensatas sobre hechos sociales, identidades colectivas y hasta perfiles de personajes, donde no se apele a la historia de dicho fenómeno como elemento interpretativo. Es una perspectiva que ganó fuerza a partir de la modernidad, siendo una obra paradigmática El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, donde su autor analiza el éxito o fracaso de acciones políticas examinando casos históricos.

La historia, en cuanto ciencia social, no es la “novela” a que estamos acostumbrados en los manuales escolares de historia patria donde se busca ensalzar el “espíritu patrio” y denigrar a quienes se oponen al “destino glorioso” de un pueblo (el nuestro y todos los demás) en búsqueda de su lugar entre los Estados del mundo. Muchos de esos manuales -los nuestros y los de otras sociedades- sirven poco para entender la compleja construcción de una sociedad, a lo sumo se emplea para generar emociones tribales, y usualmente es un acicate para guerras y xenofobia.

Asistimos hoy a un esfuerzo de generaciones nuevas de investigadores en estudiar los hechos históricos con rigor. Estudiar críticamente las fuentes, que usualmente están vinculadas a sectores de poder, e integrar los análisis económicos, sociales, políticos, culturales, las corrientes migratorias, las perspectivas regionales y mundiales, y sobre todo superar el chovinismo, las ópticas racistas, la misoginia y el desprecio por la participación de los más pobres, los campesinos y los grupos marginales.

Para los lectores de historia el reto es seleccionar críticamente los libros y artículos que escogen, y para los investigadores de historia difundir las mejores lecturas y las razones porque son estudios que merecen ser conocidos por el público en general. Indudablemente Twitter no es una fuente, donde la extrema derecha campea con discursos de odio contra pueblos y grupos sociales.

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