Con frecuencia escuchamos en muchas personas frases como esta: “no soy político”; “la política es un relajo”; “Dios me libre de ser político”; “no quiero nada con políticos” …y muchas más, para significar que el ejercicio político es malo, de personas no serias. Hemos llegado a un punto donde militar en un partido político es sinónimo de vagancia y desprestigio.
Sin embargo, esta paranoia y satanización no es al ejercicio político, sino a la forma de manejarse de algunos militantes de partidos políticos, quienes han “normalizado” acciones poco serias para llegar al poder y beneficiarse de él sin ningún escrúpulo ni el más mínimo sentimiento de culpa por el irrespeto a los demás ciudadanos.
Platón explica que “la forma en la que debía gobernarse un pueblo era a través de la observación de la realidad y la puesta a prueba de cambios y mejoras idealistas y que dicho trabajo debía estar a cargo de los seres más sabios de esa sociedad. Por su parte, Aristóteles, proponía un enfoque científico de la política, donde el análisis social se hiciera tomando en cuenta elementos psicológicos, culturales y sociales y estableciendo relaciones de causa y efecto”.
Ahí está el problema. En la medida que las mejores personas le huyen a la participación política (en los partidos, que es la vía democrática para llegar al poder) le están dejando esos espacios a las peores, las cuales participan y acceden al poder utilizando métodos asqueantes. Más tarde, así ejercen su función: sin ningún criterio de la responsabilidad profesional y compromiso ético que significa dirigir desde el Estado, tomar decisiones para el bien común.
Entonces, no es la política la mala; es el uso que de ella hacen algunos militantes de partidos.