Baltasar Gracián, en su magistral obra titulada El Arte de la Prudencia, recomienda “no llegar hasta las últimas consecuencias de nada, ni bueno, ni malo, pues si llevas algo hasta el extremo se volverá contra ti. Si exprimes todo el jugo de una naranja, se volverá agria, y si ordeñas demasiado a una vaca, en lugar de obtener leche sacarás sangre”.
Y esta oportuna reflexión la traemos a colación a propósito del cada vez más irritado, degradado y contaminado lenguaje político electoral que hoy se expresa en todo lugar de la sociedad dominicana, donde se llega al extremo de insultar, descalificar, degradar e injuriar, sin límites y sin educación, a todo aquel que en política tenga otra opinión, o, al menos, aparente ser políticamente diferente, siendo evidente que cada vez es mayor la cantidad de comprometidos políticos ortodoxos, y de fanáticos políticos irreflexivos, que entienden que la mejor forma de poner en jaque a un presidente que represente a un partido contrario, o a un funcionario contrario, o a un candidato contrario, o a un simpatizante del contrario, o a un potencial votante contrario, o a un comunicador contrario, es la intimidación mediante el insulto extremo y la descalificación.

Este deleznable estilo de hacer política electoral parte del criterio prudencial que establece que ningún ciudadano educado y decente se ha de atrever a batirse en duelo verbal vulgar en medio del parque central, y mucho menos en una red social abierta al público general, ya que el propio Baltasar Gracián dice que “cuesta mucho obtener una buena reputación, porque ella sólo se adhiere a habilidades distinguidas, las cuales son tan raras como tan comunes son las mediocridades”, pero precisamente son esas mediocridades las que cada día hacen estragos en redes sociales, deforestando el bosque frondoso, fresco y húmedo de la decencia, para dar paso al bosque espinoso seco de la injuria y la maledicencia, sin percatarnos de que, tal y como escribió el evangelista Mateo, “no se cosechan uvas de los espinos, ni higos de los abrojos”, y sin advertir que la gente decente rechaza el lenguaje insolente.

Cada día son más y más las cuentas anónimas que afloran en las redes sociales solamente para disfrutar el placer de insultar, de manera vulgar e indecente, a todo aquel que esté en un litoral político diferente, sin advertir que el bumerán que va, luego viene, y que en un sistema democrático lo que es igual no es ventaja, y que hay que respetar a todos los demás para poder ganar el derecho a reclamar ser respetado, sobre todo porque la democracia no es exclusiva para nosotros, sino también para todos los otros, aunque diariamente se hace más evidente que muchos políticos, ciudadanos y comunicadores, creemos que la democracia es una doctrina que nos permite, exclusivamente a nosotros, insultar a todo el que no piense igual a nosotros, pero que los que piensan diferente a nosotros no tienen el mismo derecho democrático a devolvernos los mismos innecesarios insultos que les enviamos nosotros.

De ahí que es mucho lo que todo ciudadano, político, o comunicador inteligente, debe aprender de Baltasar Gracián, quien en su libro dice que “todo es bueno o todo es malo dependiendo de a quién le preguntes. Lo que uno aplaude el otro lo condena. Es un estúpido aquel que valore todo sólo de acuerdo a sus ideas, porque las excelencias no dependen de la opinión de una sola persona. En gustos se rompen géneros, y como no hay defecto que no sea afectado por los gustos, no te desanimes si algo que te gusta no le gusta a alguien, porque otros lo apreciarán; ni tampoco permitas que la crítica de otros te distraiga, porque seguramente habrá otros que te aplaudirán”.

Es tiempo ya de adecentar el insolente lenguaje político electoral, utilizado, casi de manera vulgar, por mucha gente en medios de comunicación y en toda red social, incluidos dirigentes, voceros y simpatizantes de partidos políticos. Es tiempo de desterrar el insulto banal y la descalificación irracional. Es tiempo de entender que el mismo derecho democrático que tenemos nosotros, también lo tienen todos los otros. Es tiempo de comenzar a presentar propuestas electorales que sean fundamentales, racionales y conceptuales. Y es tiempo de promover los méritos políticos y profesionales de todos nosotros, y no los defectos y las miserias de todos los otros que no coinciden con nosotros.

Y deben ser los líderes políticos, y los líderes de opinión, quienes por su alto nivel de inteligencia, educación y preparación, deben llamar a la reflexión a comunicadores, colaboradores, voceros, seguidores, simpatizantes, o simples votantes, pues es tiempo de detener este grave problema conductual que, tal y como decía Gardel, va “cuesta abajo en la rodada”, porque si no detenemos esta degradación verbal que, acelerada por la fuerza gravitacional del insolente insulto vulgar, cae en lo irracional, terminaremos confrontados todos, descalificados todos, enemistados todos, y destruidos todos, y quizás propongamos herbarios remedios caseros cuando nuestras heridas morales, espirituales y emocionales, sean tan profundas que ya sean totalmente incurables.

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