Aina Acosta, dominicana de 38 años de edad, cuenta a elCaribe su historia como madre y profesional

Cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer formalizado por Naciones Unidas (ONU) en 1975. En palabras de la ONU este día “se refiere a las mujeres corrientes como artífices de la historia y hunde sus raíces en la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre”.

El Día Internacional de la Mujer tiene sus raíces en el movimiento obrero de mediados del siglo XIX, en un momento de gran expansión y turbulencias en el mundo industrializado, en el que la mujer comenzó a alzar cada vez más su voz.

Por aquel entonces, la vida de la mujer en Occidente era muy limitada, no ostentaba el derecho a votar, ni a manejar sus propias finanzas, ni formación académica alguna y con una esperanza de vida mucho menor que la masculina por los partos y los malos tratos.

Desde entonces a nuestros días, el escenario ha evolucionado a favor de la mujer y aunque se persiguen mayores conquistas, las obtenidas han sido significativas y como muestra, traemos a nuestros lectores un ejemplo de madre y profesional a la vez.
Hablamos de Aina Acosta, dominicana de 38 años de edad que lleva 16 residiendo en Nueva York. Estuvo casada y de esa unión son frutos sus tres preciosos vástagos: Noah, 15; Lucas, 12 y Benjamin, 11. Ha tenido que abrirse paso en una ciudad tan cosmopolita como competitiva. No obstante, Aina lo ha sabido llevar con coraje y valentía. Criar sola a sus hijos en Nueva York, no ha sido tarea fácil, sin embargo, no le ha impedido desarrollarse como profesional, de hecho, se desempeña como Gerente de Negocios en un fondo de inversiones enfocado en fusiones y adquisiciones. Y como madre, siempre procura ese espacio y tiempo de calidad para sus hijos: su verdadero tesoro. Procura no perderse una competencia, una obra de teatro, una cita médica o escolar. Pero, ¿cómo lo logra?

¿Cómo compaginas la labor de madre con tu rol como profesional?
Ser madre y ser una profesional es, ciertamente, una ecuación compleja. Un algoritmo que jamás será perfecto, ya que los factores, tanto internos como externos, no son necesariamente codependientes. Demasiadas variables como para arrojar respuestas exactas, y demasiados elementos abstractos como para dar una definición universal. Y es en esto, donde precisamente encuentro que nace esa belleza descomunal que es ser profesional y madre, un balance poco ordinario que enorgullece.

Me apasiona lo que hago, lo que he logrado y, sobre todo, el ejemplo que estoy trazando para mis hijos. En una ciudad como NY, donde los sueños se logran a base de arduo trabajo y de muchos sacrificios, con mucha disciplina y enfoque, he logrado alcanzar muchas de mis metas como profesional (y aún sigo trazándome nuevos objetivos). Mi desarrollo profesional forma una parte íntegra de lo que soy como mujer y como madre. Es ese balance casi perfecto que mencioné antes. Un balance donde mi capacidad intelectual y mi amor por mis hijos se fusionan, y de esto nace una trayectoria de años de éxitos y logros forjados a base de estricta disciplina y amor por los proyectos que tengo a mi cargo. Nada de cuñas, nada de favores, simplemente, mucho enfoque en metas bien trazadas.

¿Tienes alguna fórmula particular?
En mi caso, y por circunstancias especiales, he involucrado a mis hijos en mi desarrollo profesional desde muy jóvenes. Sin ellos no puedo hacerlo, pues formamos un equipo donde cada uno es líder en un área. Un equipo donde mutuamente nos retroalimentamos y donde nos apoyamos para que todo lo que nos trazamos como familia y como individuales sea siempre producto de amor, disciplina, consistencia y mucha perseverancia. Porque como siempre les digo, “nunca mucho, costó poco.” Con esta noción, cada uno aporte su granito de arena y va formando al “profesional” que todos llevamos dentro. Y yo, como madre, puedo mostrarles cómo somos capaces de asumir responsabilidades y lograr todo cuanto nos propongamos. Ser madre, es de por si ser profesional…hacer frente a la responsabilidad de criar con valores, disciplina y además ser coherentes con nuestro estilo de vida para plasmar ejemplo en ellos, es un arduo trabajo.

¿En qué o quiénes te apoyas?
A lo largo de mi carrera profesional y en mi labor de madre, Dios ha sido mi sustento y mi fiel amigo. “¿Cómo lo haces?”, es la pregunta que muchos me hacen. No hay otra opción, respondo. Dios me ha dado la oportunidad de trazar mis metas y me ha brindado a mis hijos para que me sirvan de aliados. Es la dinámica en equipo a la cual me referí anteriormente. Mi éxito como profesional, en parte se debe al papel protagónico que juegan mis hijos, y a Dios que es mi alfarero , tomando el control de cada uno de mis pasos y ofreciendo oportunidades que se disfrazan como retos.

¿Cómo es un día en tu vida?
Todos los días me despierto a las 4:30 de la mañana y doy gracias a Dios por la nueva oportunidad. Busco mi balance diario en mi rutina de ejercicios, y llego a mi oficina a las 7:30 de la mañana. Antes de salir de casa dejo algún “post-it”, una nota para mis hijos, motivándolos a enfrentar el día no importando los retos que puedan presentarse, e incitándolos a siempre dar lo mejor de sí con una sonrisa. Este es para mí otro ejemplo perfecto de ese balance que se requiere para ser madre y profesional. Con amor educo y me convierto en su guía, un estilo de mentora. Les demuestro que el liderazgo comienza desde una muy temprana edad y con uno mismo asumiendo la responsabilidad de cada uno de nuestros actos.

¿Cuál consideras es tu mayor reto?
En este aspecto me gustaría hablar un poco del tiempo. Ese tiempo que se me escapa de las manos y no puedo dedicárselo a ellos porque el día solo tiene 24 horas y no me puedo dividir. Quizás el reto más grande, pero a su vez, el ejemplo más significante para ellos. Poder presenciar como mi trabajo consume largas horas del día, pero después ver como lo recupero con momentos de calidad con ellos, me conviertan en una profesional en todo el sentido de la palabra. Saber que mis hijos quieren emularme por los frutos que ven producto de mi enfoque como profesional, y los privilegios que tenemos como familia, me inspiran a ejercer el rol de madre de una manera aún más especial. Ser madre es, verdaderamente, mi profesión.

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