Repetir frases que otros pronuncian, las cuales están cargadas de negatividad, y que sin darte cuenta te apropias de ellas y las asimilas como verdad, es algo de lo hay que cuidarse.
La transmisión de éstas dentro del entorno familiar, donde no solo las siembra, sino que las riegas y alimentas cada día, traen como consecuencia que todos los que comparten dicho entorno terminen aceptándolas como su realidad.
Se repiten tanto en nuestras calles, ya sea en una fila, transporte público o en el mejor club social, frases como: “nuestro país es lo peor”, “esto no sirve”, “nada funciona”, “en nada se puede creer”.
Sin embargo, basta dar una ojeada para ver que no solo hemos tenido la oportunidad de pertenecer a una sociedad de un país, donde encuentras seres humanos extraordinarios, que se exponen para salvar una vida perdiendo la suya, jóvenes que se unen a causas nobles.
Algo que nunca olvidaré es el terremoto de Haití: esquinas llenas de grupos de muchachas y muchachos, sin importar clase social, pidiendo agua, medicina o cualquier cosa que se pudiera aportar para la causa. Mientras que, en sociedades como España, por ejemplo, muchos jóvenes no se preocupan, aun con toda la disponibilidad para estudiar en prestigiosas universidades, por hacer una carrera.
Nuestros jóvenes, al igual que sus padres, hacen todo tipo de esfuerzos para llegar a ser profesionales. Basta aproximarse a un centro de estudios superiores para ver que éstos están abarrotados de estudiantes con deseos de superación y llegar a ser hombres y mujeres preparados. La sociedad nuestra está integrada mayormente por jóvenes. Por tanto, cuidar lo que se inculca es base fundamental para el desarrollo de la misma y operar los cambios que todos queremos que se produzcan.
Repetir valores morales, patrios, cristianos, familiares, es responsabilidad de todos nosotros. Todos tenemos la oportunidad de aportar palabras que dosifiquen seguridad, confianza, amor, a través de las cuales, cada miembro, al salir del hogar, lo haga preparado para seguir salpicando por donde quiera que pase lo mismo de lo que ha sido alimentado en su familia. Si queremos ser una sociedad transformada, necesitamos, por todos los medios, evitar ser contagiados de todo aquello que solo daña a quien lo dice, al que lo escucha y a quien lo cree.