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Cada Viernes Santo, además del recogimiento espiritual y las tradicionales procesiones religiosas, resurgen en muchas comunidades diversas creencias populares que han pasado de generación en generación. Una de las más arraigadas es la advertencia de no clavar clavos durante ese día sagrado, una práctica que, según la creencia popular, puede traer mala suerte o incluso consecuencias espirituales más oscuras.
¿De dónde surge esta creencia?
El mito sostiene que clavar clavos en Viernes Santo equivale simbólicamente a “clavar al mismo diablo”, o peor aún, a repetir el acto de la crucifixión de Jesucristo. Esta idea está profundamente ligada al carácter solemne del día, que conmemora el sufrimiento y muerte de Jesús en la cruz. Por ello, muchas personas consideran inapropiado realizar trabajos manuales, especialmente aquellos que impliquen el uso de herramientas que evocan la pasión de Cristo, como martillos o clavos.
Una mezcla de religión y superstición
Aunque la Iglesia Católica no prohíbe explícitamente este tipo de actividades, muchas familias, especialmente en zonas rurales, continúan respetando esta tradición por respeto, fe o temor. Algunas personas evitan no solo clavar clavos, sino también coser, cortar o martillar cualquier objeto, bajo la creencia de que hacerlo puede atraer desgracias o perturbar el descanso espiritual del día.
¿Mito o advertencia simbólica?
Más allá de lo sobrenatural, esta creencia también puede interpretarse como una invitación al descanso y la reflexión. El Viernes Santo es un día de recogimiento y silencio, y al evitar tareas cotidianas, se invita a los fieles a centrar su atención en la espiritualidad, la oración y la contemplación del sacrificio de Jesús.
Así, ya sea por tradición, fe o respeto, el “no clavar clavos” se mantiene vivo en la memoria colectiva como uno de esos mitos que, aunque no figuren en los textos sagrados, forman parte del tejido cultural de muchos pueblos latinoamericanos.