Las paredes denotan el paso del tiempo, de aquel que fuera el primer centro de salud del llamado Nuevo Mundo. Más de cuatro siglos han transcurrido, desde aquel 1552, cuando abrió sus puertas para ofrecer asistencia médica a los pobladores de la isla.
En el lugar, impecable, resalta el verdor de la grama, y las flores de múltiples colores impregnan de alegría sus alrededores. Sus muros, presentan diversos huecos que han sabido aprovechar las palomas, residentes casi por derecho, en aquel lugar.
En la visita y recorrido, que no tarda más de 10 o 15 minutos, el personal de Patrimonio Cultural y de la Alcaldía del Distrito Nacional, se esmera para mantener el monumento en las mejores condiciones, listo para dar la mejor cara a los constantes visitantes que vienen y van durante todo el día.
Mario Peña está encargado de cuidar el parqueo y la parte externa de la edificación, que es muy frecuentada por los visitantes a la Ciudad Colonial.
Afirma que constantemente brigadas de limpieza de la Alcaldía del Distrito Nacional se encargan de mantener el área libre de desperdicios y acondicionan las áreas verdes.
En los alrededores se pueden apreciar empleados de Patrimonio Cultural y de la Alcaldía del Distrito Nacional, que realizan diferentes labores de limpieza y organización. Con frecuencia se ven entrar y salir grupos de turistas que reciben explicaciones de un guía, que les cuenta la historia de la edificación y responde cada una de las inquietudes de los visitantes. Gregory Pérez, hace cinco años que es empleado de Patrimonio Cultural, cuenta que junto a él, unos 26 miembros de esa entidad, recorren cada día los monumentos de la Ciudad Colonial.
Javier Pérez visita la zona por diferentes motivos y siempre aprovecha para, aunque sea de manera breve visitar algún monumento o centro cultural del lugar. “A mí me parece fantástico. Aquí uno puede tomarse fotos, venir con su novia a pasar un rato. Esto está limpiecito. Los guías hacen su trabajo como debe de ser”, dice.
Ubicado en la calle Eugenio María de Hostos esquina Gregorio Luperón, el Monumento a las Ruinas del Hospital San Nicolás de Bari, nombre con el que se le conoce, es un punto obligado en la agenda de los turistas y guías turísticos que recorren con su grupo de visitantes las calles de la Zona Colonial y sus construcciones centenarias.
Chelsea Williams, una joven norteamericana, visita el país por segunda ocasión; ella forma parte de un grupo de 15 estudiantes universitarios que eligieron el país para pasar unos días de vacaciones. Cuenta que desde su primer viaje, conoció la Zona Colonial y sus monumentos y quedó encantada.
“Es como sentirse en el pasado y lo mejor es la higiene y el verdor de las áreas. Me gustan las flores y ver las palomas anidando en los huecos de los muros”.
Chelsea vino hace tres años, en viaje con sus padres y sus dos hermanos, y le contó a sus amigos todo lo que había visto, por esta razón, cuando llegó el momento de hacer un viaje en grupo, todos estuvieron de acuerdo en que el destino sería Santo Domingo.
Nelson Antonio Cuevas Pinales, llega al lugar acompañado de un grupo de turistas, la primera parada la hacen frente al busto de Fray Nicolás de Ovando, les explica a los visitantes que ahí se encuentran las ruinas de la que fuera la primera iglesia de piedra. Hace una pausa y conversa con elCaribe sobre lo mucho que los visitantes extranjeros disfrutan cada rincón de estas ruinas. “En realidad, todos los monumentos de la Ciudad Colonial son muy visitados por los turistas. El turismo ha aumentado mucho porque hay muchas cosas que ver, además de que la remodelación de las calles ha sido de gran ayuda para atraer visitantes”, dice.
Nelson se identifica como cochero de la Zona Colonial, trabaja de nueve de la mañana a seis de la tarde, todos los días. Es dueño de su coche en el cual ofrece sus servicios de guía y transporte a dominicanos y extranjeros. Cada viaje está integrado por 15 o 20 personas. El recorrido en las ruinas es de 10 a 15 minutos.
De las primeras edificaciones
El Hospital San Nicolás de Bari fue el primer hospital de América. Fue fundado por Nicolás de Ovando, quien en ese entonces era gobernador de la isla. Hoy en día quedan solo ruinas y está ubicado en la Ciudad Colonial o Zona Colonial de Santo Domingo; en la calle Hostos, esquina Luperón. Ya en 1522 este edificio estaba en pie, atendiendo a más de 60 personas por día. Sin embargo, el lugar fue abandonado a mediados del siglo XVIII, aunque todavía hoy se desconocen las razones.
Junto a la Catedral de Santa María la Menor y la Universidad Autónoma de Santo Domingo, constituye una de las tres primicias del Nuevo Mundo en la ciudad de Santo Domingo, lo cual ha hecho que la Zona Colonial dominicana haya sido declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
Al lado de la iglesia de La Altagracia existía un lugar donde una negra caritativa, recogía y hospedaba los enfermos pobres de la ciudad y los curaba según su posibilidad.
Ovando, tomó a cargo esta obra y fundó en 1552 el primer Hospital del Nuevo Mundo, con el nombre de Hospital de San Nicolás.