Las primeras familias en nacer en el fundo del pueblo de Hato Mayor aparecen entre los años de 1720 y 1835

Yéndonos a las fuentes primigenias por excelencia, que son las orales y documentales, he aquí el origen de familias omnipresentes, sedentarias, nómadas y extinguidas desde nuestro nacimiento hasta la época contemporánea.

Más de medio millar son los apellidos que involucran nuestro pasado antiguo y reciente, sirviendo para que hoy día importantes apellidos ocupen puestos en empresas y estamentos gubernamentales y posiciones claves en otras latitudes del globo terráqueo.

Familias Primitivas: Provienen de esclavos africanos y mestizos libertos, que se asentaron en estas tierras durante el período colonial.

En este orden, muchos apellidos se daban por el nombre del patrón o amo, según a quien sirviera como esclavo. Entre las familias más antiguas aparecen en el siglo XIX, mientras otras son de tiempos remotos e indeterminados.

Citamos entre estas las Ortiz, Ortega, López, Tolentino, Crispín, Fulgencio, Benítez, Romero, De Salas, De Sosa, De Mota, Monegro, Pozo, Pacheco, Gil, Mojica, Ubris, Rondón, Roque, Gautreaux, Del Rosario, entre otras.

Familias Inmigrantes: Estas corresponden al santoral de la iglesia San José de Hato Mayor, y a otros que llegaron como pastores nómadas y se quedaron atraídos por el clima saludable, la gente hospitalaria y el potencial alimenticio que exhibía la comarca en sus inicios urbanos.

Entre estas figuran las familias Guillermo, Sánchez, Mejía, De los Reyes, Hurtado, Santana, Jiménez, Polanco, Núñez, Silvestre, Díaz, Ramírez, Leguizamón, Peguero, Carrasco, Bastardo, Morales, Sia, Vásquez, Castillo, Miches, De la Mota, Nieves, entre otros.

Desde las Devastaciones de Osorio en 1605 fueron desplazándose familias enteras hacia la zona oriental, con mayor proporción durante las invasiones haitianas, se nota que los apellidos locales guarden homonimia con los de otros pueblos.

San Cristóbal es la población que más familias nos has dado; aún a comienzos y a mediados del siglo XX, notándose más los apellidos Mateo, Valdez, Nova, Vega, Ruiz, Tejada, Uribe, Betancourt, Rosario, Lorenzo, De la Rosa, Amparo, Barinas, Troncoso…

De Higüey heredamos a los Mineros (mestizos de indígenas y africanos), Sosa mestizos de Las Palmillas; Arache, Aquino de origen africano.

El Seibo aportó a los Lluberes, Febles, Castro, Rijo, Zorrilla, Cueto, Solano, Félix; mientras que de Sabana de la Mar llegaron Los Hernández, Rodríguez, Calcaño, Duarte y de Samaná, Los Trinidad, Laureano, De León.

Desde Santo Domingo se establecieron en Hato Mayor los Montaño, Alfonseca, Contín, mientras que la hidalga ciudad de La Vega nos aportó a los Brea, los Vega, vía San Cristóbal, los Acosta y el municipio de Bayaguana llegaron los Jiménez, Sosa, Rosa y de la Rosa, Santelises.

Inmigrantes Extranjeros: Los españoles que dejaron apellidos en Hato Mayor son los Caldentey, Hurtado, Huertas, Barceló Figueroa, Blanco, Miguel, Barriola, Canto, Camarena, Romero.

Desde Puerto Rico nos llegaron los Zapata, Ayala, Rodríguez, Malavés, Carrero, Fuentes, Ramírez, Sepúlveda, Rogert, Dalmau, Rivera…

Las Familias Árabes que se establecieron aquí son Mazara, Rijo, Foused, Zacarías, Mafhoud, Haché, Khooury, Hazím, Abraham, José, Dumit, Coré, Caram, Roussa, Gil, Huésped, Miguel.

Desde la vecina República de Haití nos llegan los Luís, Pie, Lapó, Gotró, Felimón, mientras que desde Francia están vigentes aún las familias Kevelier y Percival.

Don Juan Barceló Artiguez, nativo de Mallorca, España y su Romelia Salas. Los apellidos Vega de la Rosa llegaron por por el 1929 junto a los Nova de la Rosa. Abraham Hoffiz Fuentes y sus nietos Jhonny y Edgar Hoffiz Rondón. La pareja de esposos doña Carmen Polanco y don Manuel Santana (Manelí).

Primeras familias que nacen en Hato Mayor
Las primeras familias que nacieron en el fundo del pueblo, nativas de aquí, aparecen entre los años 1720 y 1835, según estudios y publicaciones realizadas en libros y periódicos locales. Es el caso de las familias Ortega, Ortiz, Pozo, Martínez, Mota, Reyes, Peguero, Fulgencio, Ubrí, Jiménez y Santana, Sotero, Pinales, Acosta, Méndez, Segura, García, Mojica, Ribera, Rosa, Mercedes, Guillermo, Hurtado, Morales, Ramírez, Nieves, Silvestre.

Aquí se establecieron familias que vivían en campos cercanos como La Rodada, llegaron los Martínez, Peguero y los Bastardo, mientras que de San Valerio se establecieron los Reyes, De Aza, Mejía, De los Santos; Azul, los Durán, Vásquez, Gil; del batey Jalonga llegó la familia José, Ramos, mientras que de Guayabo Dulce las Astacio, Crispín, De Paula, Ubiera, Santana, Germán, Sabino, Natera y Morales.

Desde Mata Palacio nos llegaron los Reyes, Sánchez, Pérez, Calderón, Vásquez, Regalado, Montier y Columna, mientras que de la sección Dos Ríos ya abolida llegaron las familias Polanco, Díaz, De Mota, Alarcón, Regalado, De Morla, Caraballo, Navarro.

La sección de El Manchado aportó los apellidos Pacheco y Peguero, en tanto que de los parajes Santana y Las Palmillas de la misma sección llegan los Feliciano, Bastardo, Eusebio, Santana, Nieves, Peguero, Ramos, Cepeda, Laureano, Rivera, Calderón. Somos producto de una mezcla, que en el devenir histórico, hemos sabido guardar y cuidar nuestras raíces ancestrales.

Familias permanentes, emigrantes y extinguidas

Más de 200 familias troncales mantienen la continuidad en el Hato Mayor del Rey, estos son los que tienen “el ombligo enterrao” en patios y callejones de su lar nativo.

Estas son familias que han soportado los rigores y las inclemencias del tiempo y las crisis naturales, económicas, políticas y sociales que se han sucedido en Hato Mayor, pero que tienen fe en el porvenir. Son familias que recuerdan con cierto dejo de nostalgia a otras que “espantaron la mula” y veían con estoicismo el futuro de Hato Mayor, que hoy emerge como una de la ciudad más progresista y de encantos ecoturísticos y de desarrollo intelectual.

Entre estos troncales de familias que llegaron, se quedaron y dejaron descendientes están los Manuel de Reina Bastardo que llegó de La Rodada en 1969; Bartola Pacheco y Juan Peguero, colonos de la sección Manchado en 1809; Félix Mota en 1814 del paraje Santana; Gabina Pozo en 1814.

También Gabina Pozo, Genaro Díaz, María Mejía 1817, Bonifacio Morlas de Los Hatillos, Cirilo Díaz, Francisca Velorio, Leonor Gutiérrez en 1929; Ángel Astacio llegó desde Las Çuáranas en 1829 y Simona Díaz en 1832, mientras que Juana Nolasco y Eusebio Velorio se establecieron en 1833 y 1835, respectivamente.

Entre las familias que se extinguieron por no dejar descendientes en la ciudad figuran más de 400, que en mucho de los casos han emigrado; las hay que entran y salen por época, atraídas por la nostalgia ancestral, o quizás por la fuerza magnética de su abolengo.

Pasan de 20 las causas explicativas del proceso ausentista o esfumación de apellidos, entre las que citamos por intimación social, evasión de un problema.

Hay familias que aunque conservan apellidos iguales a otros no les une ningún parentesco, pero existen apellidos diferentes que son familiares consanguíneos y que se tratan como tales por la cadena oral de las generaciones.

Apellidos forzados

Hay familia que por razones diversas cambiaron su apellido, entre estas encontramos a los Batía que al llamarse Batista, después del 1930 eran perseguidos por Trujillo. No solo por su papel de guerrilleros nacionalistas, sino porque miembros de esa familia derrotaron a Trujillo en Cumayasa, La Romana cuando era teniente de la Policía Nacional.

En Hato Mayor hay cinco familias que llevan el apellido Peguero, pero no tienen parentesco; igualmente cinco Santana, cinco Mota, tres Sosa, Valdez, Abreu y Mercedes; así como tres Rodríguez, Gil, De la Rosa, Núñez y Morales; dos Jiménez, Echavarría, Romero, Hernández, Rivera y dos apellidos Mazara que nada tienen que ver uno con el otro.

Así sucede con varias: Martínez, Batista, Bautista, Rosario, Sánchez, entre otras. Esto se origina en que sus troncos familiares proceden de diferentes destinos, aunque sus ancestros tal vez fueron sanguíneos en primer grado.

Una investigación hecha para este trabajo, detectó que las épocas donde se extinguieron más apellidos en Hato Mayor fue durante la Independencia Nacional y años sucesivos (1844-1858), La Restauración Nacional año 1863-65; el comienzo del siglo XX que existió en la zona guerrillas y guerras civiles, y durante la intervención norteamericana 1916-24.

El desmantelamiento del ingenio Las Pajas durante la era de Trujillo, la instalación de la zona franca en San Pedro de Macorís, la llegada y apertura del turismo en La Romana, Higüey, San Pedro de Macorís, Boca Chica y las emigraciones en busca de mejores condiciones de vida de hatomayorenses hacia ciudades más desarrolladas y viajes al exterior.

También la falta de empleos, centros universitarios y técnicos, la falta de incentivo municipal a los intelectuales, artistas, deportistas, estudiantes están entre las razones que obligaron a muchas familias a emigrar.

Segregación racial

La segregación racial entre los dos Hato Mayor, desde sus fundaciones se agudizó durante los siguientes acontecimientos.

a) Durante el gobierno de Ferrand (1805-1808) que propulsó el mejoramiento racial, fomentando inmigraciones de franceses y fundó la colonia “Los Manchados”

b) La anexión a España (1861-65), cuando muchos peninsulares españoles se radican en la comunidad de La Sierra y Mata de Palma, para no ligarse con los negros.

c) Los vecinos de Guayabo Dulce y los de Mata de Palma, llámense entre sí “Pata Prieta y Pata Blanca”. Esto tuvo su clímax, cuando hacia 1890, los hijos del general Cirilo Astacio murieron en una riña masiva, que provocó la destrucción total de la gallera de la comunidad

d) Entrada la década del 1970, las familias Sosa y Rodríguez de Palma Espino mantenían su actitud ancestral de no aceptar unión consanguínea fuera de ellos, pues nunca pudo penetrar ningún enamorado extraño. Quisieron “ser blancos de pura cepa”.

Los Canto y Rondón están presentes en Hato Mayor desde el siglo XIX y han influido en la economía y en la vida social e intelectual del católico pueblo.

Algunas familias canarias en Hato Mayor del Rey

La tradición arrastra que las primeras familias asentadas en este municipio, fundado en 1520, pero que adquirió aspecto urbano en el siglo XVII eran de color blanco y de origen canario, las que se instalaron en los alrededores del parque central “Mercedes de la Rocha” en 1729.

Habían emigrado del sector capitalino de San Carlos y eran denominados “Los Isleños”. Estaban segregados de los españoles de la ciudad intramuros.

Eran pobres de solemnidad y adoptaron un patrón espiritual en esta ciudad y eran devotos de la Virgen de las Mercedes. Los canarios llegan a Hato Mayor por la necesidad que vio el gobierno de la época de poblar la isla y se inició con el fomento y la fundación de aldeas o vecindarios en las distintas regiones.

En los años que van de 1700 a 1737, se registró la más baja población que ha tenido nuestro país en toda su historia, 4 mil 500 habitantes en 1722 y en 1740 otros 28 mil habitantes

Fiestas religiosas que predominan en Hato Mayor

Notables han sido los aportes al conocimiento del pasado hatomayorense ha dado la actividad religiosa, con sus documentados registros conservados en los archivos eclesiásticos.

La historia escrita precisa que en 1540, don Francisco Dávila celebraba fiestas a San Felipe y San Santiago del santoral católico, a quien agradeció echar del ganado una plaga de gusanos que no hacía sustentar la producción en sus hatos.

Muchas fiestas se hicieron en el pasado y permanecen en el presente a nuestra Señora de La Altagracia.
Aquí se celebraron fiestas a San José, padre putativo del hijo de Dios y que permaneció hasta 1961.

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