Las preocupaciones de José Gabriel Atiles no tienen que ver con el arte contemporáneo, sino más bien con las políticas culturales contemporáneas hacia las artes visuales, por lo que considera que la reciente pandemia fue una llamada de urgencia para tomar medidas. “No creo que recitamos tanto una Ley de Mecenazgo, como requerimos quizás que las instituciones públicas fueran en auxilio de las artes plásticas comprando obras, o hablamos de que el sector privado becara estudiantes de arte dentro y fuera del país o si las exposiciones fueran auspiciadas por los ministerios, más bien creo que el arte contemporáneo está muy bien en nuestro país, lo que no sé si está bien son nuestras políticas culturales contemporáneas”, manifestó el también museólogo.

¿Arqueólogo, museógrafo y artista plástico. Con cuál se identifica más?
Para mejor contestar debo invertir el orden: artista plástico ante todo. En mi primera necesidad de comprender el mundo estaban el dibujo los colores, las formas de las cosas y la capacidad de transformarlas e imaginarlas en nuestros pensamientos, por eso siempre he pensado que se pueden enseñar técnicas, pero nadie te puede enseñar a ser un artista. En pintar y buscar un lenguaje entre en la curiosidad del arte rupestre y nuestra herencia pictórica aborigen, comencé a explorar cuevas, llegando a ser director del Departamento de Arte Rupestre del Museo del Hombre Dominicano. De allí alguien me llevó al doctor Marcio Veloz Maggiolo, quien pensó que podía ir a la arqueología. Trabajando arqueología no solo aumenté mi espacio creativo, sino que el contacto con esa mente brillante me llevó a entender inquietudes y convertirlas en espacios y modos de vida. Museógrafo en nuestro país con nula protección a la cultura, los artistas buscan formas que los lleven a producir para vivir, comprar libros, materiales, existir… Así llegué al Domínico Americano, haciendo escenografías de teatro y de allí a una compañía de arquitectos. Juntando esas otras experiencias y algunas capacitaciones entiendo la diferencia entre idear un museo y montar las piezas para él. Es un conjunto de experiencias y conocimientos.

¿Qué busca expresar con sus obras?
Busco expresarme en cualquier medio. Espero que a los artistas no comiesen a clasificarlos o poner estándares y si uno quiere hacer música, esculturas o dibujos como si quiere instalar o escribir en el agua, exista la capacidad de entender que las mutaciones del arte son las que hacen posible el arte.

¿Cuál es su temática favorita?
Mi temática favorita es la honestidad del artista y de su propuesta

¿Qué considera que define el arte?
El término arte ha variado y seguirá variando en el tiempo, incluyendo y excluyendo, y tratando de definirse para expresiones y capacidades. Es un tema amplio, pero de las preocupaciones reales me gustó la definición de Adolf Loos “el arte es la libertad del genio”. El maestro Cestero una vez me dijo que el valor de un cuadro no lo da el artista que lo pinta, sino que se lo da quien lo mira y siente la necesidad de tenerlo.

¿Cuál considera que debe ser la formación de un curador?
Es curioso, un curador suena como que debe sanar algo enfermo, entonces sus capacidades deberían ser médico o enfermero pero no, hoy se usa “Comisario”. Al igual que la arqueología que hoy es una ciencia, pero antes fue una afición por coleccionar objetos antiguos, en ambos casos un historiador de arte está en sus aguas, existe un currículum, pero yo le agregaría una vasta cultura general y especialmente sensibilidad.

¿Cuál fue la primera exposición que curó?
Quizás no fue la primera, pero sí la de más responsabilidad. Fue una exposición norteamericana, una expo itinerante de fotografías del siglo XIX organizada por la embajada norteamericana. Las fotos venían enmarcadas con cédulas y un detalle de cómo debían colgarse, todo listo, pero había un detalle: el comisario trajo una amplia cantidad de fotos y yo debía elegir las que se iban a exhibir. Hacer esto me llevó a estudiar la historia de la fotografía norteamericana y aun así la noche de la expo, un visitante me dijo que no veía cierta foto, que haberla excluido era un crimen. Gajes del oficio.

¿Se ha destacado por sus investigaciones en arte rupestre dominicano, qué le motivó para ello?
En el siglo XIX era una tendencia la temática indianista, “la prisión de Caonabo”, de Sisito Desangles o los cuadros de Abelardo. En el siglo XX, artistas como Paul Giudicelli trillaron el camino explorando materiales y pigmentos naturales e incorporando simbología siguiendo la idea aborigen. En mi época de Bellas Artes era también un fenómeno la incorporación de símbolos tainos, los que se conocían, traté de ampliar ese horizonte encontrando nuevas estaciones rupestres, pasando de 73 cuevas con ese arte registradas en una publicación de Dato Pagan Perdomo a más de quinientas, estudiando y definiendo varios estilos pictográficos y petroglíficos. Además de ampliar el concepto de arte rupestre en el sentido estético, tratando de salir del símbolo o el pigmento a la mitología, esto sí fue para mí muy enriquecedor.

Opinión
En nuestro país con una nula protección a la cultura, los artistas buscan formas que los lleven a producir para vivir, comprar libros, materiales y existir”.

Consideración
Creo que el arte contemporáneo está muy bien en nuestro país, lo que no sé si está bien son nuestras políticas culturales contemporáneas”.

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