Según un artículo de Roberto Guzmán en Acento de 2021: “El lexicógrafo que primero se ocupó de esta voz fue Patín Maceo, ‘Úlcera fragedénica de los países tropicales, y que ordinariamente se produce de la rodilla al pie’. Dominicanismos (1940:174). El término fragedénico es obsoleto en la lengua común y en medicina significa “Que corroe”. Diccionario general etimológico de la lengua española (1881-II-656).

A lo citado D. Emilio Rodríguez Demorizi añade: “Llaga en las piernas, azote de las tropas españolas durante la guerra de la Restauración”. Del vocabulario dominicano (1983:221). Como era de esperarse de D. Emilio, introdujo una nota sobre historia dominicana en la descripción de la voz.

Una de las características de este tipo de úlcera la destaca el Diccionario de cultura y folklore dominicano (2005:331), al agregar “…es difícil de curar”.

Poro otro lado en la Revista de sanidad militar española de 1864 el médico Gregorio Espala escribió sobre esta afección: “Pocas enfermedades de las que han afligido a nuestro bizarro ejército en Santo Domingo han llamado tanto nuestra atención y excitado la actividad de nuestras asiduas tareas, como la que va a ser objeto de las siguientes líneas. Desconocida al principio de la campaña, manifestase luego tan solo en la provincia del Seíbo, y a pesar de haberse localizado en la misma, se presentó en breve tan repetido número de veces en los campamentos escalonados en su territorio, que bastaba su nombre para causar indecible terror en los reemplazos que periódicamente marchaban a cubrir los dolorosos claros producidos por tan fiera enfermedad. Conocida en el país con el nombre de rámpanos, y acompañada de funesta nombradía por los estragos que, según los indígenas, causó en el ejército haitiano las varias veces que en son de guerra invadió la parte española de la Isla, hizo su primera aparición entre nuestras tropas por el mes de junio del año pasado. Apenas haría un mes que había partido de la capital el Brigadier Calleja con cuatro batallones, un compañía de artillería y una sección de caballería en el mejor estado de salud, y animada toda la fuerza de un excelente espíritu, debido a recientes encuentros en que vigorosamente escarmentó al enemigo, cuando diseminada la brigada en los campamentos de Hato Mayor, Santa Cruz, Macorís y Guasa, pertenecientes todos a la provincia del Seibo, comenzaron en seguida a presentarse los rámpanos, propagándose muy luego con tan insólita violencia, que solo el batallón de Nápoles enterró en Hato Mayor en breve plazo 360 víctimas de esta terrible dolencia, sin que los demás cuerpos se libraran de tan mortífero azote, que causó en ellos un 80 por 100 de bajas. A pesar de trasladarse alguna fuerza a Higüey, Chavón y otros sitios reputados como saludables, se hizo precisa la evacuación completa de la provincia, necesitándose enviar dos batallones de refresco y un crecido número de acémilas para aproximar al litoral los centenares de enfermos, que hacinados unos sobre otros, hubieran exhalado su último aliento a no ser prontamente trasladados, como lo fueron, a las más hospitalarias playas de Cuba y Puerto Rico.

Con el nombre de rámpanos se designa por los indígenas dominicanos unas úlceras fandénicas, que adquieren en breve gran desarrollo; ganan terreno con velocidad notable, tanto en extensión como en profundidad; destruyen la piel y el tejido celular subcutáneo; desnudan los músculos, tendones, vasos y nervios, formando escaras profundísimas, sin que se libren de su estrago ligamentos, cápsulas ni huesos. Su marcha destructora va acompañada de síntomas generales análogos a los que la infección purulenta no pocas veces complica la dolencia un estado tífico notable, y en medio de la tumultuosa ataxo-adinamia que se desencadena, vehementes dolores y una supuración tan fétida cuanto abundante amargan los últimos días del paciente, que rara vez logra escapar de la malignidad de su afección.

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