Luego de la Constitución de la República Dominicana, vinieron tiempos de organización, tanto por Pedro Santana como por Buenaventura Báez, que transformaron el país poco a poco, también en el aspecto médico, donde se notó mucho la mejoría, pues se reabrió la Universidad y se establecieron mejores condiciones en los Hospitales. En esta época del siglo XIX, sobresalieron el Dr. Basilio Iñiguez, el Dr. Emeterio Betances, el Dr. Julio Lyon y más tarde, finalizando el siglo XIX, el Dr. Wenceslao Medrano. Se menciona también en las crónicas de la época al oculista cubano Alfredo Morales, quien se estableció en Santo Domingo en 1870, en la Clínica Cano, que estaba ubicada en la Plazoleta Las Mercedes.
En aquellos primeros años de la República, desde el 1844 al 1861, el conocimiento médico era muy limitado, se circunscribía a enfermedades externas del ojo, que no eran muy estudiadas, aunque sí se describe la ceguera por gonococo, la oftalmía, la uña (pterigium) y la catarata. Había un curandero popular, llamado Joaquín el Ciego que vivía en el Cibao, que curaba afecciones oculares con un agua “especial”. Ese personaje se quedó ciego por una conjuntivitis gonocócica. Algunos médicos extranjeros de Cuba y Venezuela, realizaron cirugías oculares, aunque la primera de que tenemos referencia la realizó el Dr. Pedro Delgado en 1851, a un paciente de nombre Lorenzo Jirón. Posiblemente realizó una reclinación del cristalino, aunque en los manuscritos de la época se habla de Dorviel?, bien podría ser la cirugía planteada por Daviel en 1756. Recordemos que en esa época no existía ni anestésicos ni antisepsia.
Y en los años 1859, aparecen publicaciones del Dr. Basilio Iñiguez ofreciendo cirugía oftalmológica. Decía el Dr. Iñiguez que operaba todos los días de los ojos. La extracción se realizaba mediante reclinación, depresión o dilaceración de la cápsula, según relatan los libros de referencia. Posiblemente todos los métodos eran variaciones de la técnica de Daviel. La operación según relata Moscoso Puello, se realizaba con el paciente sentado o acostado. El día antes de la operación se frotaba el párpado con el extracto de la belladona, para dilatar la pupila. Más adelante se utilizó la técnica de mojar un papel con sulfato de atropina al 1%, que se colocaba debajo del párpado. Se cubría con apósitos mojados, no muy fuertes, para evitar que el cristalino luxado volviera a subir. Hay poca información sobre los medicamentos empleados en la época, aunque ya se importaban una gran cantidad de preparados extranjeros, algunos con nombres muy curiosos como el “jarabe pectoral de café de Arabia, del Dr. Delangriener, para las afecciones del pulmón”, que solamente pedirlo debía cansar al paciente. El Periódico El Universal de Santo Domingo del 1872, reportaba que en la Botica Dominicana, “habían recibido: espejuelos superiores de cristal, espejuelos llamados conservadores, bañaderas de cristal para los ojos con figura de irrigadores y la excelente leche antefélica”.
Aunque algunas de las informaciones recaudadas son algo contradictorias, aparentemente el primer dominicano que estudió oftalmología fue el Dr. Julio José Lyon, quien nació en 1849, se graduó en 1887 en Paris, obteniendo un doctorado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Paris. Obtuvo el exequátur el 20 de agosto del 1888. Se estableció en la Calle Las Mercedes 18, donde también ejercía como estomatólogo, según algunos de los textos que hemos consultado. Ofreció consultas aquí por poco tiempo, ya que se trasladó a La Habana, donde ejerció hasta su muerte en 1949. Una larga vida, en la que obtuvo diferentes reconocimientos tales como caballero de la legión de Honor, Oficial de la Academia Francesa, Medalla de Oro de la Cruz Roja Española, entre otros.