Es un escritor y docente, también ha incursionado en el ensayo. Oriundo de un pueblo llamado Gaspar Hernández, tuvo la oportunidad de estudiar en diversos colegios, hasta desembarcar en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde se desempeña como docente en las cátedras de Lengua Española I y II, Literatura Universal y Literatura Española. Es autor de las obras “En el temblor de las visiones”, “El ave rasga su memoria” y “Charcos de furia”. Aunque se definen como esencialmente poeta, también ha incursionado en la narrativa con el cuento “Mariposas negras”.
¿Dónde naciste, dónde cursaste tus primeros estudios, bachillerato y universidad?
Mi nombre es Valentín Amaro Almonte y soy oriundo del municipio de Gaspar Hernández en la provincia Espaillat. Nací allí hace 56 años, es decir, nací en 1969.
Y bueno, mis primeros años escolares fueron allá, en la escuela Luis Conrado del Castillo, en mi ciudad natal. Luego hice algunos cursos en el liceo secundario Gregorio Luperón y en 1984 mi familia se mudó a Santo Domingo. Aquí continué mis estudios en el colegio nocturno Santísima Trinidad, luego en el liceo nocturno de El Millón y terminé en el liceo nocturno Loyola. Mis estudios intermedios y secundarios fueron toda una travesía.
¿Qué otros estudios cursaste?
Entonces, para seguir con mi travesía, originalmente yo estudié Administración de empresas. Pero ya, luego, luego de un tiempo ejerciendo, me di cuenta de que ese no era mi mundo total. Así que estudié Educación, mención lengua y literatura. He cursado algunas maestrías en educación y literatura, y eso es, en resumen, mi vida académica hasta ahora.
¿Cuál fue tu primer contacto con la literatura y con la poesía?
Siempre lo recuerdo, fue en un campo de mi pueblo. Con mi papá trabajaba un muchacho que estudiaba. Yo en ese momento ya sabía más o menos leer. Y en el cuarto de ese muchacho había un libro, no de poesía, sino de gramática. Pero yo, curioso, entré un día al cuarto y vi que había un libro y comencé a ojearlo. Y así mis manos llegaron a una página donde estaba un poema de Juan Ramón Jiménez que dice: “Y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando,/ y se quedará mi huerto con su verde árbol y con su pozo blanco. Todas las tardes el cielo será azul y plácido y tocarán,/ como esta tarde están tocando las campanas en el campanario”. Ese poema se llama El viaje definitivo. Entiendo que esa fue la primera gran experiencia con la poesía, con la literatura, cuando hago memoria digo que así comenzó mi enamoramiento. Entonces, después, seguí leyendo textos poéticos.
¿Qué otros textos influyeron en ti después de ese primer acercamiento?
Ya con el tiempo me enfrenté a otras lecturas, Borges, Cortázar, Pablo Neruda con su primera Residencia en la Tierra, Octavio Paz, que tuve la dicha de poder leerlo completo. Mi acercamiento primero fue a los poetas hispanoamericanos y, claro, hubo un tiempo largo también con los poetas de nuestro país. Salomé Ureña, Domingo Moreno Jiménez, Franklin Mieses Burgos, Freddy Gattón Arce, que es uno de mis autores favoritos de esa generación. Pero también otros poetas como Pedro Mir, pude leer toda su poesía. Y Manuel del Cabral, inmenso, inagotable en toda su dimensión poética.
¿Cuándo empiezas a garabatear tus primeros poemas?
Yo recuerdo que, después de esa experiencia con Juan Ramón Jiménez, comencé a hacer poesía, a escribir versos a la patria, versos al amor, a la vida. Y, digamos yo tenía 9 o 10 años cuando escribí mis primeros poemas. De hecho, en el liceo secundario donde yo estudiaba ya comenzaban a buscarme en los días festivos, en las efemérides, Valentín que escriba un poema sobre Duarte… y yo escribía un poema sobre Duarte, Valentín que escriba un poema sobre las hermanas Mirabal para el acto que se va a hacer, comenzó a correr la voz de que yo escribía y bueno, me motivaban.
¿Cuándo consideras que te convertiste definitivamente en un escritor?
Yo creo que mi vida para ser escritor comenzó con mi ingreso formal al taller literario César Vallejo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Ahí tomé una disciplina en determinadas lecturas. El poeta Miguel Antonio Jiménez, un miembro estelar de la generación del 80, nos motivaba a leer a los poetas completos. Una vez me entregó a Octavio Paz, y no cualquier poema, me entregó Piedra de Sol: “Un sauce de cristal, un chopo de agua, un alto surtidor que el viento arquea, un árbol bien plantado mas danzante, un caminar de río que se curva, avanza, retrocede, da un rodeo y llega siempre”… y entonces la disciplina de lecturas, de comentarios, de creación, en el interior del taller literario César Vallejo, me llevaron a escribir más, a escribir en un orden, a buscar mi voz a través de tantas voces con las que con las que dialogaba.
¿Cuándo comienza tu relación con el movimiento interiorista?
Yo me acerqué a ese movimiento precisamente por la curiosidad de que es un movimiento que nace en mi provincia, Espaillat, y en Moca, que es donde vive Bruno Rosario Candelier. Él me acogió desde el 2011-2012 y comencé a asistir a los encuentros literarios en distintas partes del país y esa estética, que bucea en el yo profundo, como diría Pedro José Gris, me motivó esa búsqueda del interior, de una búsqueda trascendente, única, a través del poema, a través de la palabra. El movimiento interiorista lo que procura es esa experiencia estética, espiritual, trascendente, única, vital, a través de la poesía, de la literatura. Creo que más o menos por ahí andan algunas diferencias.
En tu escritura, ¿tú fuiste esencialmente poeta, es decir, nunca te inclinaste por la narrativa?
Lo primero fue la poesía, pero fíjate que los cuentos son los que me han permitido a mí, en algunos casos, tener otro tipo de proyección, porque al ganar el concurso de cuentos de Radio Santa María, eso fue en el 2020, pero antes había ganado un segundo lugar en el 2012, y menciones de honor que he ganado en ese concurso, y también en el concurso que organiza la Fundación Global Democracia y Desarrollo, en el que he ganado varias veces, menciones de honor, y concursos de cuentos que he ganado en la Universidad Iberoamericana. Eso me puso a pensar que también podía hacer cuentos, entonces publiqué un libro de relatos en el 2014, titulado Mariposas Negras, y sí, bueno, primero la poesía, pero después el cuento, y también el ensayo literario, es decir, no soy un escritor solo de un género, sino que me llama la atención el cuento, pero claro, la poesía es lo primero, yo me identifico con el llamado de ser poeta.
¿Cuáles son tus narradores favoritos?
Uno que a mí me influyó mucho es Roberto Bolaño, el chileno de Los detectives salvajes. En nuestro país, Pedro Peix, Juan Bosch, Virgilio Díaz-Grullón, René del Risco Bermúdez, y Enriquillo Sánchez.
¿Tú crees que para ser un buen escritor hay que ser un buen lector?
Sin lugar a dudas. Es un maridaje indisoluble. Yo les digo a mis estudiantes de los talleres de escritura creativa de la PUCMM que sin lectura no hay escritura. Usted, para crear, para tener esa voz propia que a fin de cuentas uno consigue, lo primero es leer. Establecer ese diálogo necesario con el otro, con la otra voz para encontrar la propia.