Aunque él se define como un simple aprendiz de escritor, el dominio de José Arias del arte de escribir es suficientemente amplio como para crear relatos breves, trazar descripciones certeras de la cotidianidad dominicana con un poco de poesía en cada uno de sus textos y, al mismo tiempo, imprimir en cada uno de sus escritos un mensaje que ronda entre el descreimiento y la desesperanza, pero con una belleza que se pudiera comparar con los colores salvajes, los aromas penetrantes y todo aquello que la realidad y la rutina tienen de común y al mismo tiempo de extraordinario, como lo demuestra en su libro Marginalia, donde la Zona Colonial es un protagonista más de muchos episodios, junto a los personajes melancólicos que la transitan a diario.
¿Cómo fue tu educación?
La escuela primaria la hice en Santiago, en una escuelita hogar que era una especie de orfanato, manejado por una tía plítica, que había sido maestra en la época de Trujillo, yo tenía que ser el “niño modelo” que supiera más, que pudiera lucirse. Ahí me envió mi familia, ella era muy rigurosa y adepta al “viejo método pedagógico” de enseñar con golpes, una vez me prohibió que me disfrazara de diablo cojuelo y saliera a la calle con los otros chicos, pero yo no le hice caso, así que me dio una paliza (una pela) de la que todavía me acuerdo. El bachillerato lo cursé en la escuela Aurora Tavárez Belliard, en Santo Domingo, un colegio que también era de una tía política mía y estudié Comunicación Social en la Universidad Católica Santo Domingo, también hice un curso técnico en el Instituto Dominicano de Periodismo que estaba en el Conde. Yo entré al periodismo por vocación sino más bien por necesidad, para sobrevivir.
¿Cómo fueron tus comienzos en el periodismo?
Mi papá, Fermín Arias Belliard, fue el creador de Con Pique y Sin Pique, un brevísimo radioteatro a través del prestigioso Noticiario Popular, interpretado por las voces más portentosas de la radio en los 70 y 80: Pedro Pérez Vargas, Fernando Valerio, Reynaldo Balcácer, Jorge Herrera y Wilfredo Alemany. Él me puso a trabajar con él en eso, yo tomaba los cables (noticias) de las teletipos, los “aplatanaba” un poco y luego se los enviaba a la cadena de radio para que los leyeran. La emisión era al mediodía y a las seis de la tarde. Trabajé en varios periódicos de donde fui cancelado, la mayoría de ellos, pero en otros me fue mejor. Fui reportero, me tocó cubrir el Senado y la Cámara de Diputados, ser reportero en aquella época, imagino que ahora también, “era una vaina”, era muy difícil, y más en aquella época cuando no existían los celulares ni las redes sociales ni nada de eso, a veces me tocaba cubrir una huelga en Bayaguana, por ejemplo, y después volver a la redacción y terminar de escribir todas mis crónicas, era un trabajo matador.
¿Cómo fueron tus primeros acercamientos con la literatura?
Mi padre era un lector de los autores del “Boom”, esos latinoamericanos que se hicieron universales en los años setenta, Cortázar, Juan Rulfo, García Márquez, de hecho, escribió una novela que es como una parodia de Cien años de soledad, que se titula “500 años de Zoquetá” que tenía un carácter costumbrista y describía en realidad a Moca. Yo en mi adolescencia, y también en mi juventud, me tomaba prestados esos libros de su biblioteca, porque él nunca me los pasaba ni me incentivó a leer, yo descubrí el placer de la lectura a través de los paquitos, de la revistita Selecciones del Reader’s Digest, y eso me llevó después a descubrir los libros de esos autores que te decía, entre esos también figura Vargas Llosa, Carlos Fuentes, y ahora que ya soy un lector formado me interesa la literatura más contemporánea. El problema de este país es que la gran mayoría de la gente lee muy poco, no hay bibliotecas públicas, los libros son caros, los que podemos considerarnos lectores seguramente somos muy pocos.
¿Cuándo comienzas a escribir tus primeros textos literarios?
Mis primeros escritos son bastante recientes, yo no me siento escritor en el sentido estricto de la palabra, porque me parece que ser escritor es una especie de atrevimiento, un acto de valentía, sobre todo en este mundo actual que lee cada vez menos, comencé escribiendo misceláneas, fragmentos de poemas, descripciones breves, y las fui reuniendo en un solo cuerpo. Fue un editor que leyó ese conjunto de cosas el que me animó a reunirlas en forma de libro, entonces tuve que seleccionar algunas, porque son muchas, porque además todo es difícil en una ciudad donde no se puede caminar, salvo en los parques o en la Zona Colonial, donde hay que salir todos los días a trabajar para sobrevivir o malvivir, uno siempre se hace un espacio para escribir, pero cuesta mucho realmente. Ahora que ya le tomé el gusto estoy trabajando en una novela, y espero que esto sí tenga un carácter más estructurado, más definido.
¿Qué es para ti la literatura?
Para mí es como si fuera un lugar para la libertad, y para conocerte o más bien para descubrirte a ti mismo, para encontrar cosas que estaban dentro de ti, incluso sin que tú mismo lo supieras antes de haberte puesto a escribir, cuando te pones a teclear te salen cosas que tú crees que vienen de fuera de ti, pero cuando te pones a inventar una historia, cada personaje que inventas tiene siempre un poco de ti, y es como un gran viaje que te lleva a sumergirte en una fascinante aventura. Cuando yo empiezo a escribir se me va el miedo a la página en blanco, y lo que sale puede tomar varias horas, pero después voy seleccionando párrafos…
¿Cómo es tu método de trabajo?
Además de escribir lo que me corresponde en mi área ocupacional, yo trabajo en un ministerio, para lo que es literario hago un esquemita, pero también me inspiro mucho en imágenes que voy tomando, uso mucho la fotografía, además, sobre todo para una columna que tengo y que se llama Crónicas de la bohemia, que es un retrato de fragmentos y retazos de la cotidianidad de Santo Domingo y sobre todo de la Zona Colonial.
¿Qué les dirías a los jóvenes que están empezando en el periodismo y dan sus primeros pasos en la literatura?
No solamente que lean mucho, sino también que se formen y se informen, que vean buenas películas de grandes directores de cine, y sobre todo que no se queden con lo primero que les sale, sino que corrijan y que se dediquen a mejorar todo lo que puedan antes de considerarlo un producto terminado, pero también que recuerden que no se puede ser un buen escritor sin antes ser un buen lector, y que suelten las redes sociales, porque casi siempre son veneno puro.
Un acto de valentía
Yo no me siento escritor en sentido estricto, porque me parece que ser escritor es un acto de valentía en un mundo que lee cada vez menos”