No debe sorprender la vocinglería que se ha producido tras el Premio Nacional de Literatura otorgado al poeta y religioso Freddy Bretón, quien ha sido objeto de inmerecidos ataques, propios de mezquinos y cobardes, contra una persona, que, a juzgar por el comportamiento exhibido como escritor y ciudadano, merece el respeto de la sociedad, sobre todo de la que se ufana de letrada, pensante e intelectual.
Todo el que ha leído la obra poética de Bretón, cargada de un misticismo sutil y refrescante, debe sentirse ofendido por lo que se ha pretendido hacer con el obispo de Santiago de los Caballeros, quien no tiene fama de cabildero de premios y concursos, característica en muchos de los que hoy quieren restarle méritos.
Comencé a valorar la obra del poeta calumniado desde que leí los ensayos antológicos que sobre la misma, con virtud de exégeta, publicara hace varios años el exhaustivo crítico Bruno Rosario Candelier, presidente de la Academia Dominicana de la Lengua. El erudito mocano destaca que en el texto “Río de Paraíso”, Bretón “pone de relieve el triple sentido, poético, místico y amoroso que distingue el temple espiritual y estético del ilustre poeta”.
Los argumentos para descalificar al galardonado son tan baladíes, como alegar que no figura en el diccionario del talentoso investigador Franklin Gutiérrez, lo que apenas servirá para que el enciclopedista lo incluya en una nueva edición. Este pretexto podría contribuir a que en futuras impresiones el compilador tome incluso el tema del premio como reflexión sobre la realidad literaria dominicana.
Y para los que dudan, que lean este fragmento de Bretón: “Al borde de todos mis sueños/ corre un pequeño río./ Llega y se estaciona/ sin tiempo/el suave canto de cristal risueño,/ y ya el sonajero de pulidas piedras/ cosquillea en el fondo./ No falta el destello de ave furtiva/ que baila en la fronda/ ni peces plateados/ en los que arden soles/ debajo del agua”. El Anticristo se ha ensañado contra un cantor de Jesús. Después explicaré por qué.