Un fenómeno que provoca grandes nostalgias y hasta preocupación es el retiro de muchos periodistas de los medios en los que durante décadas lograron influir en la población, con valientes denuncias, críticas y comentarios que enriquecieron la conciencia social. Más de una obra se ha publicado sobre el tema, que se hace evidente en todos los países, lo que en República Dominicana ha tomado cuerpo en los últimos años.
Desde veteranos como Juan Bolívar Díaz y Huchi Lora hasta jóvenes como Amelia Deschamps, los retiros de colegas profesionales de la comunicación han estado a la orden del día, y eso tiene una explicación en la filosofía de vida que se ha estado generalizando en la sociedad posmoderna, carente de valores éticos y morales que sirvan de parámetro para diferenciar entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, en fin, lo ético de lo antiético.
Desde sus orígenes, el periodismo fue la vía para promover valores en la sociedad. Con él se buscaba vigilar para que ese animal gregario que es el hombre se comportara de manera conveniente para el conglomerado social. Se le llamó “cuarto poder” porque entre sus funciones estaba el velar por que los tres poderes del Estado, Legislativo, Ejecutivo y Judicial, cumplieran con los roles para los cuales fueron creados, coherentes con la cultura de los pueblos.
Quienes nos iniciamos en el oficio en los años ochenta, nos acostumbramos a ver los patriarcas como Germán Ornes, Rafael Herrera, Mario Álvarez (Cuchito) y Radhamés Gómez Pepín, por solo mencionar algunos, alejarse de las redacciones el día que se encontraban con la parca. Ahora está de moda retirarse, porque ya no es posible describir el “bueno”, “el malo” y el “feo”.
La mandarria posmoderna ha superado las expectativas de Nietzsche cuando vislumbraba el desmoronamiento todos los valores. Muchos periodistas han entendido que en un mundo donde “todo es igual, nada es peor, lo mismo un burro que un gran profesor”, no tienen nada qué buscar. Así anda la cosa, compañeros