En nuestra época, las guerras no se ganan en los campos de batallas sino en los medios de comunicación, que van desde los impresos, electrónicos, radio, televisión y las dinámicas redes sociales. Quien mejor vende su producto y logra restar mérito al competidor, tiene garantizada la victoria.
En la pelota dominicana, los fanáticos no se han ganado en el terreno de juego, sino con campañas en las que se le crea una leyenda negra al competidor, consciente de que el éxito deportivo y financiero lo determina el público consumidor del espectáculo, es decir, la fanaticada. Así lo veía René del Risco, poeta, publicista y fanático del Licey.
En una reciente columna, el periodista Nelson Encarnación destaca las debilidades en esta temporada del equipo de su predilección en la pelotadominicana, los Leones del Escogido, desplazado por las Águilas Cibaeñas de su condición de primer rival de los Tigres del Licey, en lo que han operado factores extradeportivos que muy pocos se han detenido a observar.
Tal como demostró el intelectual Cuqui Córdova en su libro Historia de los Leones del Escogido, la pregonada preferencia del dictador Trujillo por el equipo rojo no fue real. Mientras los estrategas del Licey lograron convencer de que en la dictadura solo ganaba el Escogido, porque su presidente era cuñado del “jefe”, lo cierto es que en la Era ganaron todas las novenas, incluidas las Estrellas Orientales.
Trujillo no era escogidista, a él no le gustaba la pelota, pero todos los equipos eran trujillistas. La tesorera del Licey era Marina Trujillo y Petán Trujillo era tan liceísta que abofeteó a un importado de su equipo porque se ponchó con las bases llenas.
La batalla perdida en los medios, dificulta la victoria con la fanaticada y por tanto en el terreno de juego. La debilidad del Escogido comenzó cuando no enfrentó a tiempo la leyenda negra. Tomás Troncoso y Bienvenido Rojas fueron escogidistas rabiosos, conquistados por Don Mochín Pichardo para el Licey. Lo débil se fortalece o desaparece, he dicho.